miércoles, 25 de febrero de 2009

De carnes, gritos y pescados.

Anoche decidí deleitarme con la siempre gratificante programación televisiva de esta España nuestra, y cuando parecía que todo se reducía a un sinfín de famosos bailando o intensos debates futboleros, hete aquí que mi mando a distancia fue a dar con el programa nacional de mayor éxito de los últimos años.

Me refiero, claro está, a Aída, que ya lleva unas cuantas temporadas deleitando al personal con sus berridos infames y sus modales de suburbio. A la visión de tan inigualable programa se ha unido hoy una tertulia que quería reflejar en esta entrada.

La postura que defiende Aída y sus sucedáneos afirma que es un producto de entretenimiento puro y duro, rebosante de gracia y sabor a realidad real. Sus actores son gente solvente que resuelve sus numerosos retos con una soltura y desparpajo envidiables, y entre ellos y los guionistas han creado un universo donde el espectador se reconoce abiertamente. Es lo que la gente quiere ver, está hecho para ser rentable y dar beneficios económicos, y en último caso uno puede negarse a verlo si no está conforme o prefiere ver cine independiente afgano.

Nada que objetar a lo anterior, pero no me parece que ninguno de esos argumentos sean suficientes para justificar la presencia o nivel de una serie de televisión (¿Desde cuándo ser realista es sinónimo de calidad?). En concreto, este que nos ocupa me parece una recolección de arquetipos maleducados y gritones, que únicamente hacen gala de su estulticia, intolerancia, homofobia y mediocridad como si encima merecieran el aplauso por ello. La supuesta carcajada y entretenimiento aquí sólo se traduce en zafiedad, humillación a minorías y una desastrosa influencia para quien quiera que tenga la desgracia de conectar su televisor al mismo tiempo que la Machi inicia su recital de vulgaridades.

Frases del tipo “Churri, en cuanto cierres la carnicería Aída abrirá su pescadería” (frase literal de la protagonista a su novio carnicero), o situaciones tan educativas como una abuela que soborna a su nieto (un delincuente en toda regla, retratado como un triunfador), o el dueño de un bar que denigra constantemente a su empleado sudamericano (que invoca a Atahualpa cuando se lamenta en silencio de los insultos de su jefe, al que por supuesto adora por explotarlo), no me parece que apele a ningún tipo de pedagogía o, si nos ponemos retorcidos, posiblemente sí lo haga.

A lo mejor subproductos culturales de este tipo, donde la prostitución, el racismo o el abuso de alcohol son tratados con una ligereza pavorosa, no sean inocentes y cándidos, después de todo. Puede que refuercen unas actitudes y mentalidades precisamente de todo aquello que hace que España sea ahora mismo un país atrasado, paleto y casposo, que desprecia la cultura y en general todo lo que no tenga que ver con satisfacer sus impulsos básicos de lujuria, alcoholismo y violencia. Que alguien diga que le encanta Aída porque refleja la sociedad española me parece lamentable, porque precisamente por eso, porque refleja la basura en que vivimos, ese programa debería desaparecer de la parrilla ahora mismo.

No se trata de falsear nada: yo no creo que la realidad se limite sólo a lo hortera y cutre. Por eso hay que esforzarse por ofrecer otra imagen, una en la que todos queramos vernos reflejados y que tratemos de imitar y de incorporar a nuestra realidad en la medida de nuestras posibilidades. Pero si la realidad fuera así, entonces con mayor motivo deberíamos hacer todos un esfuerzo por mejorarla, tanto dentro como fuera de la pantalla, y no regocijarnos alegremente en el baño de heces que estamos creando.

De lo contrario, no nos quedará más remedio que gritar cada vez más alto o insultar más y peor si es que de verdad queremos convivir en esta sociedad, que por desgracia es mucho más real (y preocupante) que lo que se ve en pantalla.

2 comentarios:

Columna 5 dijo...

A la gente le gusta verse retratada en la televisión. Y, te lo aseguro, hay mogollón de gente que actúa, piensa y proyecta igual que la novia del carnicero.
Hoy me han contado una película muy similar a las conductas de este personal y la gente que estaba alrededor ni se ha inmutado.
A lo mejor es que la tele es el nuevo espejo donde se refleja la vida.
Ea

Anónimo dijo...

Has escrito exactamente lo que pienso. Y lo peor de todo es que a la gente le gusta por el humor (demasiado previsible)que "rebosa".
En fin, que vivo con tres personas que no se pierden ni un solo capítulo, pero explícales lo que acabas de escribir, que te echan a la hoguera...

Sigue así, un abrazo!