Mostrando entradas con la etiqueta Anime. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Anime. Mostrar todas las entradas

jueves, 16 de enero de 2014

Ataque a los Titanes



Tras una campaña de promoción espectacular en todos los medios y formatos posibles (manga, anime, merchandising, videojuegos y proyecto de película, de momento), y con el favor de un público entregado a lo largo y ancho del globo, se ha estrenado la primera temporada de la serie japonesa Ataque a los Titanes, (Shingeki No Kyojin) basada en el shonen de Hajime Isayama y que en España está publicando Norma Editorial. Sus muchos fans, entre los que está buena parte de la crítica especializada, han proclamado este manga como una obra maestra, el sucesor espiritual, por calidad e impacto popular, de lo que en su momento supusieron obras como Dragon Ball o Neon Genesis Evangelion.

La historia nos sitúa en un futuro apocalíptico donde la humanidad ha sido diezmada hasta su casi total exterminio por unas misteriosas criaturas llamadas Titanes, una especie de gigantes humanoides de tamaño colosal cuyo único objetivo es devorar a cualquier ser humano que tengan a su alcance. Desesperados, los hombres y mujeres supervivientes construyeron una ciudad defendida por muros de 50 metros para poder aislarse de semejantes atrocidades y confiar en que habría un futuro para ellos. Y así pasaron 100 años, tras lo que el personaje principal, Eren, y sus amigos de la infancia Mikasa y Armin son testigos en primera persona de un nuevo y devastador ataque sobre su barrio natal, situado en la muralla más periférica del reino. Obligados a emigrar lejos de allí, deciden unirse al ejército de soldados dedicado a combatir a los Titanes y a partir de ese instante, ya en la primera línea de combate, descubrirán que su mundo encerraba más secretos de los que podían imaginar.

La premisa de partida es, como mínimo, interesante. Debo reconocer que me enfrenté a esta serie con mucho escepticismo, ya que aunque todo el mundo me ha hablado auténticas maravillas tanto del manga como del anime, yo había quedado algo agotado tras mi maratón otoñal de Evangelion, Akira y Ghost in the Shell y necesitaba un pequeño descanso del microcosmos japonés de épicas batallas por el destino de la humanidad con bichos de tamaño XXL, que en esencia es lo que termina ofreciendo Ataque a los Titanes, por más que tenga un envoltorio diferente y curioso. Es verdad que la serie tiene una calidad de dibujo más que aceptable, y que en algunos capítulos se nota que hay una fuerte inversión de dinero. Tanto a nivel musical como sonoro es excelente, aunque en el tema del doblaje original... la verdad, a mí eso de escucharlo en japonés no me termina de convencer en este caso, porque me parece que aquí se pasa todo el mundo gritando como un poseso y termina por ponerme dolor de cabeza, pero supongo que los otakus lo adorarán con entusiasmo. Sinceramente, me temo que esperaré a que Selecta Visión tenga el detalle de sacar la serie entera en español para verla una segunda vez. Pero eso es un detalle menor.

Porque sí, puede que tanto esa ambientación centroeuropea del siglo XVIII que reviste una ciudad fortificada de edificios clónicos, o los trajes y equipos de combate de los soldados resulten de lo más original (es realmente espectacular verlos en acción, como si fueran un ejército de spiderman mecanizados), o que la trama presente los suficientes misterios como para picar mi curiosidad hasta vérmela del tirón para saber un poco más, pero que nadie se engañe: esto es un shonen en toda regla, con sus clichés y sus personajes que siguen, punto por punto, todos y cada uno de los tópicos que caben esperar de semejante género: el héroe rebelde y contestatario que necesita la ayuda de los demás para serlo (Eren), la chica misteriosa y callada que vale un Potosí y que se convierte en el alma de la serie (Mikasa, una flagrante violación del copyright de Rey Ayanami, que imagino que a su vez lo sería de tantas otras), la chica tragona y "marimacho", y así un larguísimo etcétera. 

En cuanto a los titanes, y entiendo que esto es algo muy personal, a mí su diseño no me ha gustado nada. Todos los titanes estándar (dejo para luego los especiales) parecen, con perdón, retrasados mentales, con unas expresiones que no dan tanto miedo como risa, y que prácticamente nunca han conseguido transmitirme esa inquietante y terrorífica sensación que todo el mundo dice haber sentido hasta la pesadilla. Bien distinto es el caso del Titán Colosal, del Acorazado o del Titán Hembra, cuyo diseño está bastante más trabajado y es evidente que en ellos se ha puesto más interés y mimo, por su especial relevancia en la trama. En cualquier caso, para mí este es uno de los aspectos más flojos del diseño de la serie, no me impacta tanto como creo que debería y salvo en contadas excepciones, me ha costado percibir esa épica de la que tanto se ha hablado por culpa de un aspecto visual donde, a mi juicio, esta serie pincha.

Otro de los aspectos cuestionables de la serie es la estrategia para ganar tiempo en cada capítulo, que te mete una recapitulación de entregas anteriores, canciones a la japonesa de turno y créditos y pantallas de inicio por valor de 7:00 de media, lo que deja cada capítulo en 17 minutos escasos. Si a eso se le suma la cantidad de veces que aparecen personajes hablando de espaldas o, en el colmo de los colmos, imágenes estáticas con sonido como si estuvieran animadas (de traca), uno tiene la sensación de que esto o se ha hecho con más prisas de las debidas o es que pensaron que no nos íbamos a dar cuenta. Pero no cuela.

(Atención, spoilers)

En cualquier caso, mi problema mayor con esta serie tiene que ver, cómo no, con los puntos fundamentales de la trama, y ahí ciertos Titanes tienen mucho que decir. Ya solo a nivel visual no creo que nadie me pueda negar que tanto el Titán que da cobijo al protagonista como los que he salvado de la quema anterior son una herencia directísima del "mecha" de turno, llámese Mazinger Z, EVA o como se quiera: en definitiva, el bicho gigante con piloto humano intrépido dentro. El de Eren, en concreto, recuerda, por sus ojos iracundos y sus dientes salvajes, hasta la misma cara que el EVA01 de Shinji (los que han visto Evangelion ya saben a qué me refiero). Y en el colmo de los colmos, también en el modo piloto uno entra en contacto con su subconsciente, despierta su ira máxima en modo "berserker" y descuartiza a sus rivales a golpe de bocado. Sinceramente, para mí son demasiadas similitudes: me resulta todo demasiado trillado en este aspecto, y eso es algo que perjudica a la serie porque le quita buena parte de la gracia, por mucha solera de tradición de cómic japonés que se le quiera dar.

Pero lo peor es que el aspecto en sí de los titanes, nada más verlos, me hizo suponer que había una conexión directa entre estos y los hombres, algo que no me hubiera ocurrido de haber tenido un diseño más efectivo y mejor. Y esto es un problema de los gordos, porque frente a aquellos que defienden los originales golpes de guión de la serie, yo sinceramente les tengo que decir que no me habré llevado más de una o dos sorpresas, y entre ellas no está la identidad del Titán Hembra, que es clavadísima a su personaje. Todo lo demás, absolutamente todo, desde la no-muerte de Eren, la identidad de su Titán, la existencia de infiltrados, la conspiración de altas esferas humanas en la creación de los titanes, el papá con gafitas de intelectual y miles de secretos, t-o-d-o eso ya estaba en   Evangelion, pero mil veces mejor tratado. La manera que tiene esta serie de administrar la información es muy discutible, con flash-backs que, salvo el del origen de Mikasa, jamás vienen a cuento y únicamente sirven para entorpecer una trama que alarga las batallas hasta nueve capítulos, como la de Trost, con chácharas y más chácharas de personajes que llegan a repetirse tanto en sus temas (la protección de Mikasa a Eren, el deseo de éste de terminar con todos los titanes con los ojos desorbitados, los discursitos del general Pixis) que el argumento llega a hacerse realmente cansino. Es tal la cantidad de personajes insustanciales, de esos que no bien han aparecido mueren de la manera más gratuita a manos de los titanes, que uno ya siente verdadera indiferencia cada vez que aparece una nueva tanda de soldaditos. Y cuando terminan las batallas el ritmo se hace aún más lento hasta que la acción sale de la ciudad y, esta vez sí, la trama gana enteros con el Titán hembra. Ahí sí que la serie alcanza grandes cotas de interés y calidad visual, de intensidad y emoción, y la lástima es que eso no se mantenga a lo largo de toda la serie.

Ya para terminar, diré que me parece narrativamente muy pobre que no solo no se resuelva ningún misterio, sino que, antes al contrario, se respondan a los enigmas con más enigmas. Es de juzgado de guardia que no se resuelva la situación del sótano de Eren y la llave, algo que además se anunció que se haría con un elaborado plan del que luego nunca se vuelve a saber nada. Es criminal que toda la persecución del Titán Hembra, que lleva casi diez capítulos, termine con esta auto-embalsamada y sin capacidad de revelar nada. Que termine así la primera temporada es una guarrada de su creador, porque deja todo abierto y sin solucionar ni una sola de sus tramas. Y esto es algo imperdonable, una falta de respeto al espectador que solo revela el interés de sus responsables por estirar el chicle y el bolsillo del cliente.

-Fin de los spoilers-

En cualquier caso, mi veredicto tiene que quedar en el aire, a la espera de que nuevas temporadas aclaren algo. Temo que la expectación que está generando esta historia quede finalmente en agua de borrajas. Espero que no, de verdad, porque aunque no creo que Ataque a los Titanes llegue, ni de lejos, a la categoría de obra maestra ni por su calidad general, ni por su trama ni por sus personajes, a cual más arquetípico, sí que es cierto que tiene algo, un no sé qué que invita a seguir descubriendo sus innegables encantos. Tiempo al tiempo.


jueves, 25 de julio de 2013

Manga vs Anime: el caso de Akira



Creado en 1982 por Katsuhiro Otomo, Akira tuvo un proceso de gestación y, especialmente de desarrollo y publicación, largo y tortuoso, lo que no le impidió convertirse en uno de los máximos exponentes del arte manga japonés y adquirir categoría de culto inmediato, que no ha hecho sino crecer con el paso del tiempo. El manga se fue publicando de manera lenta para sus muchos fans, que tuvieron que esperar la friolera de 8 años para saber cómo terminaba la historia de ese futuro apocalíptico en el que Neo Tokio sufre las devastadoras consecuencias de los increíbles poderes mentales de unos niños prodigio.

Como suele ocurrir por estos lares, a nosotros Akira nos llegó primero como anime, es decir, como película de dibujos animados basada en el cómic, y hubo que esperar muchos, muchos años, para poder disfrutar del material original. Hace poco llegaron a mis manos los volúmenes restaurados del manga original, que han sido editados en un lujoso cofre que contiene además un libro de arte de lo más recomendable, y no pude evitar la tentación de revivir aquel mito de la infancia que fue en su momento la película.

De manera muy resumida, la historia sigue los pasos de Kaneda y Kai, un chico y una chica adolescentes que nacieron tras la explosión de una bomba nuclear, que obligó a reconstruir la ciudad entera de Tokio y puso a todo el mundo en alerta global. Kaneda es el líder de una banda de motoristas, presos de un sistema que no tolera la insubordinación y que los trata de recluir en centros educativos especiales, donde sufren abusos y palizas constantes que no hacen sino alimentar aún más su odio al orden establecido. Kai, por su parte, forma parte de una organización que intenta descubrir los planes secretos del gobierno en torno al proyecto Akira, que se considera una de las causas principales del estallido de la bomba atómica.

Evidentemente, todo esto no es más que el planteamiento de una historia que se desarrolla en seis largos volúmenes donde predominan los tiros y los diálogos a medias, las vistas panorámicas espectaculares y una dosificación de los puntos esenciales de la trama, a mi juicio, exasperante y excesiva. Como lector he sufrido una barbaridad para llegar al final, atolondrado como estaba por el constante carrusel de tiros y explosiones que no iban a ningún lado. El manga está dibujado con maestría, con una calidad fuera de toda duda, pero los puntos de giro de la trama son tan, tan forzados, que uno finalmente termina por no dar crédito a nada de lo que ve y llega al punto de pasar páginas sin demasiado interés, la verdad. Son tantas las veces en que el supuestamente inexperto Kaneda sobrevive a disparos, entra y sale de bases ultrasecretas como Pedro por su casa y se enfrenta a temibles situaciones en las que apenas se mancha un pelo del flequillo, que toda tensión narrativa se disipa (y eso que no he mencionado la escena del tanque, alegremente conducido por los muchachos, porque eso ya es de traca). En un momento, no sé si en plan de broma existencial, Kaneda les grita a unos soldados que no le acertarían ni a un elefante, mientras que él, que se supone que no tiene ningún tipo de experiencia armamentística, se lía a balazos entre ceja y ceja. Sinceramente, yo no sé si Otomo se dio cuenta de que esa broma era un fiel reflejo de una inconsistencia argumental aberrante, pero habría que hacérselo mirar, creo.

El problema de Akira (manga) es que alarga en exceso una historia que no da para tanto, y resuelve todas sus tramas secundarias de una manera bastante perezosa. Sin ánimo de destripar nada, a mí el final me pareció surrealista, muy por debajo de lo que esperaba, y si a eso se le suma el nulo desarrollo de unos personajes que son de cartón piedra, he llegado seriamente a preguntarme a santo de qué viene todo este fenómeno de adoración que ha tenido esta serie de cómics durante tantos años, al margen de su tendencia a la violencia gratuita y a los planos de motos a toda pastilla, que siempre queda muy cool.

Por ello, fui con bastante temor a revisitar la película, que se ha reeditado también ahora en Blu Ray. Y mira por dónde que lo que en el cómic me parecía una historia tortuguesca a más no poder, aquí en la película se eliminaban sabiamente tramas y personajes innecesarios, se acortaban batallas, explosiones e incursiones por la casa de Pedro y se iba directamente a resolver los tres misterios fundamentales de la historia (que no diré aquí, por respeto al personal que no conozca la historia). Pero lo mejor de todo es que (y ojo, que aquí sí que hay un SPOILER como una catedral), en la película se elimina ni más ni menos que al personaje de Akira. Así de sencillo. Mientras que en el cómic tiene una enorme presencia a partir de la segunda mitad de la historia (presencia física, entiéndase, porque ni abre la boca ni hace absolutamente nada aparte de estar sentado o dejarse llevar de la mano del primero que pasa por ahí, en plan fardo), resulta que en la película solo quedan restos embotellados de su organismo tras la explosión de la bomba que él mismo había provocado (fin del SPOILER). Y esta diferencia, solo un ejemplo en un mar de notables cambios, es la que en mi opinión mejor representa todo lo bueno de la película, porque supone un filtro fenomenal y extrae únicamente lo que es necesario para contar la historia. Aquí el villano Tetsuo tiene el papel que le corresponde, no como en el cómic, donde es un papanatas de cuidado, y el final es muchísimo más claro (al margen de que difiere en no pocos detalles, para bien). Lo que no cambia es la calidad de la imagen, el fabuloso diseño de personajes y espacios, eso sí. Lo que sí cambia es todo lo demás: más intensidad narrativa, una estructura más clara, ordenada y fácil de seguir; ausencia de errores forzados de guión y, en definitiva, la sensación de que todo está mucho más equilibrado, aclarado, mejor.

Imagino que me lloverán palos de los fans del manga, pero entiéndase que mi crítica va únicamente hacia el modo en que se cuenta la historia, que imagino que en su momento debió estar condicionado por su entrega por fascículos breves, y que posteriormente serían recopilados en los seis volúmenes actuales. Con total franqueza, si alguien quiere acercarse a este clásico, le sugiero encarecidamente que  vaya al anime y se olvide del manga (salvo que tenga un largo y cálido verano por delante, claro). 


martes, 14 de mayo de 2013

Ángeles y Demonios


En el recientemente celebrado Expomanga, que ha formado considerables colas en la Casa de Campo de Madrid el pasado fin de semana, tuve la oportunidad de hacerme con una copia en BD/DVD del primer volumen de Rebuild of Evangelion, una especie de nueva versión de la serie de culto japonesa de mediados de los 90 que sus creadores han decidido rehacer prácticamente desde cero, empleando modernas técnicas informáticas y agrupando el material de los 26 capítulos de su única temporada en cuatro películas de aproximadamente dos horas de duración. La copia que conseguí contenía las dos primeras (You are (not) alone y You can (not) advance), además de un pequeño libreto que explicaba buena parte de los conceptos claves para poder seguir la serie sin perderse demasiado, en una edición final tan cuidada como recomendable.

Lo cierto es que resulta realmente difícil explicar en qué consiste la magia de Neon Genesis Evangelion. Desde un punto de vista argumental y sin ánimo de desvelar ningún secreto, la historia no puede ser más tópica y llena de “japonesadas”: en un futuro apocalíptico en el que más de la mitad de la raza humana ha sido exterminada, unos misteriosos monstruos llamados “ángeles” son los aparentes responsables de dicho genocidio, y amenazan con acabar con la otra mitad restante si nadie hace nada al respecto. Lógicamente, ahí están los japoneses para salvar el mundo con sus robots gigantescos, en una versión remozada del clásico Mazinger Z, que tripulados por unos adolescentes son la única esperanza de supervivencia para la humanidad.

Reconozco que en su momento me enfrenté a semejante asunto con bastante escepticismo, en parte porque por aquel entonces no era muy fan de este tipo de dibujos y en parte porque el tema me tiraba un poco para atrás. Sin embargo, el ritmo narrativo de la serie es excelente y ya desde la primera secuencia va directa a la acción, sin apenas tiempo para presentar a sus personajes principales o hacerte una mínima configuración de lugar. La galería de situaciones y caracteres es amplia y variada, destacando por encima de todos ellos Shinji Ikari, el joven piloto del robot Eva 01 cuyas tribulaciones y complejos inundan buena parte de los episodios y facilitan la tensión en prácticamente todas las fenomenales secuencias de batalla contra los ángeles. Junto a él destacan Rei Ayanami, la misteriosa piloto del Eva 00 que se ha convertido en algo así como el icono de la serie (casi franquicia, con tanta película posterior a la serie como ha habido), la jovial e intrépida Asuka o Misato, que ejerce de figura maternal para todos ellos con su actitud optimista y rigurosa a partes iguales.

No obstante, y más allá de su fabuloso diseño en todos los apartados, la serie me atrapó porque desde muy pronto me di cuenta de que en Neon Genesis Evangelion hay siempre más de lo que parece a primera vista. La trama es en realidad una pantalla para otras muchas, realmente complejas y con gran calado filosófico, religioso y existencial, que van mucho más allá de su tópica premisa de partida. Los personajes son auténticos prodigios de complejidad, desde los principales a los secundarios, y ocultan decenas de secretos que se van dosificando sabiamente, a un ritmo tal que cuando uno se quiere dar cuenta ya está devorando su enigmático final, tan desafiante como propenso a iniciar todo tipo de debates sobre el sentido de la existencia, los sistemas de control y manipulación de las masas, las relaciones familiares, los vínculos con los semejantes, el amor, la amistad, la traición y tantos otros.

La clave del éxito de Evangelion está en tomar un molde formal establecido (los combates de mechas contra monstruos en ambientes urbanos o naturales), y trascender a partir de ahí las limitaciones de dicho molde para alcanzar estadios cualitativamente superiores. El ejercicio de introspección que tiene lugar dentro de los Evas, donde los adolescentes flotan en una especie de líquido primigenio, es sencillamente asombroso, tanto por sus ramificaciones posteriores como por el modo en que influye de manera decisiva en el devenir de los combates en cuestión. El empleo de técnicas narrativas que combinan con gran habilidad el flash back, el flash forward e incluso pasajes oníricos y surrealistas sumergen al espectador en un espectáculo que transporta esta experiencia a años luz de su, hasta cierto punto, pobre punto de partida.

Por otro lado, el carisma de los personajes y las revelaciones que van acelerándose hasta un final de infarto son otras dos claves que mantienen constante el interés por saber qué viene después. Siempre me ha parecido sensacional el modo en que se introducen personajes nuevos en esta historia, como Asuka o especialmente Kaworu, que con su pequeña participación en el tramo final contribuye a aumentar aún más la grandeza de una serie que destaca, además, por un inteligente uso de la banda sonora y de unos efectos tan contundentes como sus colosales protagonistas. A esto se suma el ya mencionado y fabuloso diseño, que tienen en los ángeles una variedad terrorífica e inquietante, y que suma puntos a una cuenta final donde lo más importante, lo que queda, es el sabor de boca de haber asistido a una narración audiovisual sin precedentes.

En cualquier caso, y si alguien tiene ganas de enfrentarse a ella por primera vez, no se me ocurre una forma mejor que esta última edición que comentaba al inicio de la entrada. Rebuild no modifica nada esencial en cuanto a argumento (al menos las dos primeras películas), pero visualmente es un auténtico prodigio que combina animación tradicional y moderna sin estridencias ni presunciones, y que supera lo ya visto en tantos aspectos que resultaría agotador citarlos todos. Por su parte, el doblaje se ha actualizado bastante bien al castellano (aunque la versión latina del original era bastante decente, siempre ayuda por estos lares a acercarse aún más a los personajes), y también ofrece la posibilidad de verlo en japonés subtitulado, algo siempre tan del gusto de los amantes más acérrimos del anime.

Sea como fuere, creo que esta es una ocasión excelente para descubrir (o redescubrir, como es mi caso), uno de los fenómenos culturales asiáticos más importantes de las últimas décadas, tanto por su impacto en el momento de su lanzamiento como por el imponente legado que permanece con gran fuerza a día de hoy, y que está plenamente justificado por la creación de unos artistas, diseñadores y animadores en un estado de gracia absoluta.