lunes, 25 de mayo de 2015

2001: Una odisea de contrastes



Hace un par de semanas tuve ocasión de leer, con fruición y como hacía tiempo que no me pasaba, la versión literaria de 2001: Una odisea en el espacio. Sí, me he expresado correctamente: la versión literaria. Sé de sobra que el relato de Arthur R. Clarke es el original, y que sobre él adaptó Kubrick su inmortal clásico de 1968, pero a diferencia de lo que me ha ocurrido en muchas otras ocasiones, en este el referente de verdad es el cinematográfico.

Son tantos los casos donde la literatura ha demostrado ser claramente superior al cine que no sabría ni por dónde empezar. Dando por sentado que son dos lenguajes muy diferentes y que cada uno de ellos puede aportar valores distintos, siempre he preferido el ambiente creado por las novelas, su magia para transportamos de manera profunda al ambiente creado por el narrador, algo que muy pocas películas consiguen por evidentes razones de limitación de tiempo, y que muchas veces no puede sino quedarse en esa superficie que la novela puede penetrar con todo lujo de detalles. 


Bueno, pues en este caso y para mi gran sorpresa, me ha sucedido todo lo contrario. Desde el momento de comenzar a leer 2001, tenía la sombra de la película demasiado presente. Por mucho que intentara abstraerme de ella, el eco de sus poderosas imágenes, su capacidad de evocación y la fuerza de sus diálogos resonaba aquí, sobre el papel, pero sin el mismo brillo, la misma intensidad o la misma capacidad de seducción. Lo que en la pantalla era siempre un hipnótico conjunto de elementos a cual más fascinante, aquí en el texto me resultaba una narrativa demasiado plana, técnica y neutral como para dejarse seducir lo más mínimo. Sí, la historia es la misma, como lo son sus personajes y buena parte de sus diálogos, pero ni la tensión narrativa es comparable, ni el exceso de detalles ayuda en absoluto a crear esa atmósfera de misterio que rodea cada uno de los planos de la versión en celuloide.

Considero que fue un acierto, por parte de Kubrick, no dar demasiados detalles sobre el argumento de la cinta. Puede que eso haga que haya ciertos momentos excesivamente crípticos y que una parte importante del público potencial se pierda, sobre todo en el último tercio de la obra, pero es que lo del relato de Clarke es para echarse a temblar en algunos momentos. El primer acto de la obra, protagonizado por los simios pre-homínidos, no deja absolutamente lugar a dudas de lo que está sucediendo, con demasiados detalles sobre el pensamiento del protagonista y no menos prolepsis sobre hechos que deberíamos descubrir posteriormente. La intervención del monolito es demasiado evidente, con esos rayos más propios de un relato de fantasía que del género que esta obra precisamente ayudó a acuñar.



A partir de ahí, el segundo acto se toma una eternidad para relatar el despegue de la nave que llevará a un científico a la base de la luna. Es realmente aburrido, porque no hay nada más que descripciones técnicas sobre aspectos que fascinarán a los ingenieros, sin duda, pero que a mí me provocaron bostezos más sonoros que los 12 minutos de Danubio Azul de la película.

Y en cuanto al viaje en sí, hubo una sensación francamente molesta en torno al personaje de HAL-9000. Para mí se trata de una de las creaciones más perversas, inteligentes y acertadas de la historia del cine en cuanto a villanos se refiere, con ese ojo inexpresivo que parece que todo lo controla, incluso los pensamientos y emociones de los protagonistas. Aquí, en cambio, su repentino cambio de comportamiento se produce demasiado deprisa, como con demasiada celeridad tienen lugar los acontecimientos que llevan a su desconexión, un momento demencial en la película que aquí llega en un suspiro y deja al bueno de Bowman, el último superviviente de la expedición, demasiado tiempo solo antes del final del libro.



Respecto al final... solo puedo decir que me llevé una sonora decepción. Lo que en la película se convierte en un viaje astral de proporciones épicas aquí es un paseíto donde todo está demasiado explicado, demasiado masticado. La llegada a la sala creada por las formas de vida extraterrestres para Bowman, que en la película me dejaron sin habla, aquí se solventan en media página para pasar, sin más dilaciones a un bochornoso retorno de Bowman a la tierra donde se especifica exactamente cuál es su nueva condición.

En definitiva, creo que estoy ante una de las pocas ocasiones en que, ante la diatriba entre libro y película, recomendaría no solo la segunda a la primera, sino únicamente la segunda. No dudo de los méritos de Clarke a la hora de crear la historia, y seguro que el libro tiene gran cantidad de detalles que lo han convertido justamente en el clásico de la ciencia ficción que es hoy en día. Sin embargo, la película 2001: Una odisea del espacio es un hito en la historia del cine, más allá de su género concreto, una obra maestra que perdura como lo más genial de su genial director, y como una de las cumbres del cine de todos los tiempos, y eso es algo que, después de comprobarlo en mis propias carnes, no se puede decir ni muchísimo menos del libro en el que está basada.







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