El martes 28 de julio saltaron todas las alarmas al detectarse varios focos de incendio en el valle del Tiétar, cerca de la localidad de Arenas de San Pedro. La situación era tan crítica que miles de personas, incluyendo varios campamentos que estaban situados en la zona, tuvieron que ser desalojados por precaución. A lo largo de los días siguientes, el fuego arrasó cerca de 5.000 hectáreas de bosque, ascendiendo hasta el mismísimo Puerto del Pico, que corona el valle a una altura de 1500 metros, y que quedó calcinado como si de un campo de batalla se tratara. Por si todo eso no fuera suficiente, al desastre ecológico hay que añadir dos víctimas mortales, una de las cuales se quedó defendiendo su hogar de las llamas, sin éxito.
Una vez sofocado el incendio, las autoridades llegaron a la conclusión de que había sido provocado, ya que estalló en puntos diferentes del valle con igual intensidad. En cualquier caso, el daño ya estaba hecho: nos encontramos ante una de las mayores catástrofes naturales que se recuerdan en la zona, que ha reducido un paisaje espectacular y lleno de vida a cenizas, dejando imágenes tan desoladoras como las que acompañan este texto.
A principios de mes tuve la inmensa fortuna de poder admirarlo aún en su esplendor, ya que por toda esa zona transcurrió buena parte de una ruta de supervivencia que me llevó, durante los días 6, 7 y 8 de julio de 2009, a cubrir la distancia entre Hoyos del Espino, Puerto del Pico, Senda de la Rubía y Puerto del Arenal. Allí pude disfrutar de uno de los espectáculos naturales más admirables de Gredos.
Hace sólo unos días contemplé los restos calcinados de aquella ruta, una escena que me dejó sin palabras pero, por encima de todo, profundamente indignado. Por todo ello, me gustaría sumarme al rechazo frontal contra la destrucción de nuestros parques naturales, que este verano ha sido especialmente intensa en España, y más aún si es resultado de una acción directa del hombre, deliberada, irresponsable y, por encima de todo, criminal.
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