domingo, 12 de abril de 2009

Tener más ojo que espalda.


Acabo de presenciar uno de los espectáculos publicitarios más lamentables que recuerdo: se trata del anuncio de un colirio, donde un joven, camino de una importante entrevista de trabajo, se cruza con una secretaria que le advierte de su evidente irritación de ojos, (debida, según se deduce por un sagaz flash back, a una noche de juerga interminable). El joven se aplica el colirio, entra tan campante en su entrevista e impresiona al jefe, que por supuesto le dice que empezará al día siguiente, y todos tan felices y contentos.

Excelente. Ése es el camino que debemos seguir si lo que queremos es que, como comentaba el otro día a propósito de ciertos funcionarios con los que he tenido la enorme suerte de cruzarme, en España no haya nadie que actúe de forma responsable respecto de su trabajo. Vayámonos todos de juerga, que corra el alcohol y luego, al día siguiente, ya nos daremos un colirio que disimule nuestra falta de sueño.

Lógicamente, el anuncio resalta que el producto sólo evita la apariencia de la irritación, no los efectos de la resaca o el cansancio, pero eso da igual, porque la imagen final es la de ese español pícaro y triunfador, un vago redomado que engaña, miente y disfraza para obtener lo que quiere. Y de nuevo, como también planteaba a propósito de Aída y demás vacuidades televisivas, ¿es este tipo de lamentables arquetipos lo que se debe fomentar desde los medios de prensa, publicidad y creación audiovisual? ¿De verdad que es tan difícil promocionar un medicamento desde un enfoque que no resulte amoral, carente por completo de ética, principios y valores? Yo, sinceramente, no lo creo.

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