Ya que comentábamos las excelencias de la película que dio origen a la saga en la entrada anterior, es también justo reconocer que precisamente del magnífico flash-forward del futuro de la primera Terminator surgió la idea principal para Terminator Salvation, un aparatoso y vacío artefacto visual creado por McG, el director del (esperemos) último episodio de la saga.
Es cierto que esta entrega rompe el esquema argumental de las anteriores, algo muy de agradecer (si bien lo contrario habría sido insostenible, en realidad), y que acierta al dejarse de viajes en el tiempo para contar la contienda entre máquinas y humanos.
Ahora bien, dicho esto, el resultado final dista mucho de lo esperado porque por mucho que a sus artífices se les llene la boca hablando de la guerra, aquí a lo sumo hay guerrilla, la trama da más tumbos que la cámara, que ya es decir, y apenas hay sorpresas en un desarrollo tan previsible como sonrojante en su tramo final (ay, ese transplante de corazón...) Y no se engañen: por mucho que aparezca Christian Bale en el poster y se llame John Connor, el verdadero protagonista de la película es Sam Worthington, un actor que está claramente muy por encima de una historia que, por paradójico que parezca, se ha quedado a todas luces obsoleta.
Terminator 2 provocó un enorme revuelo, en buena medida, por el buen hacer de sus efectos visuales y el poderío de sus escenas de acción. Pero ahora eso ya no basta, porque, entre otras cosas, por culpa de o gracias a T2, ahora las exigencias son mucho más altas. Y es verdad que las máquinas lucen mejor que nunca en esta cuarta entrega, y que el diseño de robots, naves y ciudades es excelente, pero McG no es Cameron, se ponga como se ponga, y a diferencia del relato original aquí la trama sólo se carga de profundidad en las escenas del submarino.
Por lo demás, el argumento plantea conflictos tan graves que casi ni mencionarlos, pero que ahí están: la máquina humana que interpreta Worthington, sin ir más lejos, una combinación que resulta inverosímil hasta en un relato de ciencia ficción de este tipo; el romance bio-orgánico entre el robot/Worthington y una luchadora de la resistencia, que no se creen ni ellos, ni los guionistas, ni nadie en su sano juicio; los personajes femeninos en general, tan desdibujados como, en ocasiones innecesarios (con la irritante Bonham Carter al frente, como casi siempre), o esas casualidades casualísimas, por último, que llevan a los personajes centrales a cruzarse en el momento justo y a salvarse, faltaría más, por los pelos.
Pero lo peor de todo no es eso, que no creo que sorprenda a nadie, sino que en TS no hay batallas por ningún lado, no hay guerra como tal salvo alguna que otra escaramuza esporádica y, en el colmo de los colmos, los robots aparecen con cuentagotas y de uno en uno (a pesar de que en el futuro se supone que hay millones). Y eso es lo que más decepciona, que McG y compañía no hayan sabido responder a las enormes expectativas que ellos mismos habían creado.
Qué lástima, en definitiva, que una historia con tanto potencial haya sido malograda por productores carroñeros, derechos de autor, adaptaciones televisivas horrorosas (Las crónicas de Sarah Connor, virgen santa) y una secuela, esta última que, aunque tiene algún que otro momento digno, se ve con esa sensación de estar ante algo totalmente innecesario que, al igual que la tercera entrega, podían habérsela ahorrado (y, ya de paso, habernos ahorrado el mal rato a los demás).
1 comentario:
Los tiburones del cine, que sólo andan buscando las intenciones honradas para poner en marcha la máquina y producir la babilla que alimenta al entretenimiento...
viva el showbiz (!)
:-P
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