martes, 3 de marzo de 2015

Cine (43): El Francotirador



Clint Eastwood declaró con bastante sensatez hace unos años, en el estreno de aquel binomio sobre la Segunda Guerra Mundial compuesto por Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima (2006), que al conflicto bélico de Irak le quedaba todavía mucho tiempo para que el cine pudiera afrontarlo con un mínimo de objetividad. El que pasa por ser uno de los mejores directores norteamericanos de las últimas décadas establecía así un punto fundamental acerca de la relación entre la memoria y la Historia: el tiempo. Ni corto ni perezoso, al propio Eastwood le faltó tiempo para contradecirse y, en la película que nos ocupa, narrar las desventuras de Chris Kyle, apodado "La Leyenda" entre los soldados americanos por su extraordinaria facilidad para manejar el rifle de francotirador, y al que se le atribuyen cerca de 160 muertes en el conflicto más reciente de las guerras americanas.

El Francotirador está basada en un libro de memorias escrito por el propio Kyle, que también ejerció de productor de una película cuya sombra planea por todas partes, con todo lo que ello implica. Interpretado por un asombroso Bradley Cooper, la cinta va dando saltos temporales de la vida de Kyle entre los despliegues militares protagonizados por él, pasando por su infancia y una juventud marcada por una serie de atentados terroristas que son los que motivan, en último término, su entrada en los SEAL, la unidad de élite de las fuerzas especiales americanas. Estos despliegues y las tensas relaciones familiares son el núcleo duro de una película que se ha convertido, sin demasiado esfuerzo, en la más taquillera de 2014, y en el mayor éxito comercial como director de Eastwood.

Sin duda, el relato autobiográfico de Kyle y sus frecuentes charlas proporcionaron al guionista Jason Hall abundante material sobre el que documentarse. Así, las incursiones y, muy especialmente, los duelos con el francotirador del bando rival se convierten en lo mejor de la película, o quizá cabría matizar y definir como lo más interesante. La transformación del siempre elegante Cooper en todo un héroe de guerra aporta credibilidad, fuerza y solidez a una película que encuentra en él, su tensión emocional y esa mirada que siempre dice más de lo que parece, el mejor bastión posible. Lástima que el resto de elementos circundantes no esté a la altura.

Si por algo se ha caracterizado el mejor cine de Eastwood desde la magnífica Sin perdón (1992) es por el modo en que aborda las miserias humanas, al margen del contexto histórico en el que se ambienten. Lejos de los grandes espectáculos pirotécnicos a los que la mayor parte de sus colegas nos tienen acostumbrados en historias de corte similar, él optaba siempre por un enfoque intimista que convertía el corazón de sus personajes en el auténtico núcleo narrativo de sus películas, con cimas tan formidables como las que alcanzan en buena parte de su metraje los protagonistas de Mystic River (2003) o Million Dollar Baby (2004), para mí sus dos mejores trabajos como director.

Nada de eso encontramos en El Francotirador. Por mucho que Cooper borde su papel, la trama familiar se diluye en círculos repetitivos acerca de su doble responsabilidad como héroe patrio y cabeza de familia, papel que alegremente le asigna una Sienna Miller algo desnortada y que siempre llama en el momento menos oportuno. Es como si Eastwood nunca encontrara la tecla adecuada para hacer funcionar esa esencial columna sobre la que se asienta la historia, con unos diálogos flojos y escenas sin apenas tensión que, por lo demás, nos remiten de manera constante y agotadora a todos los tópicos ya consabidos sobre la dureza de los veteranos para reincorporarse a la vida civil tras haber contemplado los horrores de la guerra.

Respecto a la trama bélica, el hecho de que sea lo mejor de la cinta no nos conduce, ni de lejos, a la tensión y garra alcanzada por filmes netamente superiores tanto en el aspecto de enfrentamiento como en el de la intriga terrorista ,respectivamente, de En tierra hostil (2009) o La Noche más oscura (2012), ambas dirigidas por Kathyrin Bigelow. Así las cosas, la cinta transcurre entre las idas y venidas de un soldado incapaz de responder a sus dudas reales (las humanas, esas que asaltan al apuntar a un crío de 10 años), cuya trayectoria militar queda reducida a una hagiografía complaciente con esa visión, perversa, de que los Estados Unidos son por derecho divino los árbitros morales de cualquier disensión internacional, o de que así además protegen sus fronteras y por ello se justifican sus tropelías disfrazadas de cruzada democrática.

Alargada en exceso, con algunas escenas dignas de olvido y otras tan bochornosas como el enfrentamiento final entre los francotiradores, y con una trama donde parece que todo el peso de la contienda cae en las espaldas de ese Atlas en que termina convirtiéndose el personaje de Kyle, El Francotirador navega en territorio indefinido entre la épica militar más partidista y un anodino relato familiar de sobremesa, recreándose en momentos excesivamente violentos pero sin molestarse en aclarar algunos de los puntos más interesantes de la trama, como los motivos de un desenlace algo abrupto y mal resuelto para alguien a quien, como Clint Eastwood, se le presupone más nivel para esta clase de retos. Alguien capaz de firmar cintas tan impresionantes como las ya mencionadas no puede permitir que su filmografía se despida con mediocridades como esta o Jersey Boys (2014). Lástima de Gran Torino (2008), que para mí sigue siendo (o debería haber sido) su verdadero canto de cisne dentro de la profesión, y no esta americanada para mayor loor y gloria de un soldado que  parece que ganó la guerra él solito con la única ayuda del objetivo (y perdón por el chiste fácil) de Clint Eastwood.




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