domingo, 6 de octubre de 2013

Cinefórum (32): Gravity


Con el tiempo, voy notando que ciertos directores me provocan cierto tipo de vibraciones antes de ver su última película, vibraciones buenas o malas dependiendo de las experiencias previas que haya acumulado con sus anteriores cintas. Hay determinados temores fundados que espero ver refrendados en películas de Spielberg o Tarantino, ya sea por la vía del bostezo o de la sangre fácil, inevitables dejes o manías que por suerte llevo años sin ver en Shyamalan (porque no veo sus películas, no por otra cosa), e incluso un cierto tono de lugar común en las últimas creaciones de Martin Scorsese o del Peter Jackson posterior a su trilogía de los anillos. Sin embargo, con Alfonso Cuarón tengo el problema de que nunca sé qué esperar porque este buen hombre se las apaña siempre para sorprenderme. 

Y es que de hacer una película tan cruda y con sabor a realidad como Y tu mamá también (2001) Cuarón pasó a dirigir la tercera (y la mejor) de las entregas de Harry Potter, El prisionero de Azkabán (2004), toda una lección de cine de aventuras y fantasía juvenil; de ahí dio un salto cualitativo aún mayor para contar la magnífica, magistral historia de Cliwe Owen en el apocalíptico Hijos de los hombres (2006), hora y media de planos secuencias que son auténticas lecciones de cómo rodar cine de tensión, acción de la buena y con profundo sentido existencial, todo ello aderezado por unas interpretaciones asombrosas de todos y cada uno de sus protagonistas. Bueno, pues tras varios años de silencio, Gravity supone un salto (y perdón por el chiste fácil) estratosférico. Tanto es así que no solo me parece su mejor película sino la mejor de 2013 y, de largo, una de las mejores que he tenido la oportunidad de ver en una sala de cine en toda mi vida.

La historia nos sitúa a bordo de un transbordador espacial que realiza obras de mantenimiento en el telescopio espacial Hubble, donde la doctora Ryan Stone (interpretada por Sandra Bullock) y el piloto Matt Kowalski (George Clooney) se verán sometidos a todo tipo de perrerías espaciales, a cual más asombrosa y terrorífica. Del argumento es mejor que no diga absolutamente nada más, de modo que me dedicaré a otros aspectos, más técnicos o interpretativos, que es donde en realidad Gravity se desmarca de todos y cada uno de sus competidores en una carrera a los Oscar que, desde luego para mí, ya tiene dueño absoluto.

Lo primero que hay que señalar es que, al fin, estamos ante una producción en 3-D totalmente recomendable en el formato para el que fue pensada. Nada de imposturas ni de recursos fáciles de objetos yendo a la cara del espectador (salvo algún que otro tornillo perdido): todo lo que ocurre en pantalla, todos los giros y vueltas de cámara son realzados por una puesta en escena que en la esfera tridimensional alcanza un punto de belleza, espectacularidad y tensión como nunca antes había visto. Es un elemento que realza un apartado audiovisual sencillamente fabuloso, con unos efectos visuales y una sensación de gravedad cero que nos transmiten perfectamente la sensación de estar flotando en el espacio junto a los protagonistas desde el primer minuto de la película. El detalle, el celo y el mimo con el que está recreada cada imagen, cada sensación, cada minuto de silencio en el espacio, las preciosas imágenes de la Tierra vista desde su órbita... todo en Gravity está pensado para llevar al espectador por la misma galería de emociones que sus protagonistas, de la emoción al miedo, del llanto a la risa, del asombro al pavor. 

Resulta complicado destacar un elemento de la cinta por encima del resto: la labor de los actores, con ese Clooney que llena la pantalla en cada plano y esa Bullock que al fin calla la boca a sus muchos detractores con su contenida y espléndida interpretación, es algo que viene reforzado por la fuerza, la inmensa fuerza evocadora, de muchas de las imágenes de la cinta. Gravity está llena de momentos memorables, de secuencias de acción que dejan sin aliento a personajes y espectadores, pero también posee una notable belleza poética en sus (escasos) momentos de respiro, en esas amplias panorámicas espaciales tan sobrecogedoras o, muy especialmente, esa maravillosa secuencia en la que la doctora puede descansar tras un enorme esfuerzo y se queda dormida nada más quitarse el traje, flotando en gravedad cero y evocando esa figura primigenia del ser humano en el estado previo al nacimiento. Toda una declaración de intenciones para una cinta que rehuye de la explosión fácil, del recurso traicionero de guión y de la concesión al público de palomitas para ofrecer un relato apasionante, complejo y profundo, que es el perfecto trasfondo para su aún más excelso envoltorio.

En cualquier caso, la fuerza de la película reside también en la labor de un director que maneja como nadie el lenguaje cinematográfico, con un uso espléndido de la cámara, de la primera persona, de esos planos en los que literalmente nos ponemos en la piel del personaje y sufrimos su mismo terror y su mismo sufrimiento, con un vaivén que se desplaza justo donde corresponde, ya sea en ese torbellino macabro de impactos que destruye naves como una montaña rusa de la muerte en medio del atronador silencio espacial, o para detenerse cuando la ocasión lo requiere en la mirada perdida de unos protagonistas que luchan con sus demonios interiores mientras se debaten entre la vida y la muerte. El plano que abre la película, de 12 minutos de duración, y todas las grandes secuencias de la cinta están rodadas con una maestría que ahora mismo no veo al alcance de muchos directores, un mérito por el que creo que Cuarón debería comenzar a recibir ya algún reconocimiento de mayor alcance.

Gravity tiene, en suma, demasiadas virtudes como para poder enumerarlas con garantías en este análisis. Hay que enfrentarse a ella, hay que vivirla y dejarse arrastrar por su enorme poderío para poder comprender el alcance de un cine que ya no se hace hoy en día, esa clase de películas que nos llevan a las salas a disfrutar como auténticos descosidos y que parecían cosa de un pasado mítico. Y lo mejor de  todo es que lo logra en apenas hora y media, sin excesos ni concesiones de ninguna clase, sin lamentables cameos ni dejes, manías o tendencias de ninguna clase y condición.

La experiencia que propone esta cinta, desde su impecable fotografía a su excelente banda sonora, pasando por un reparto tan ajustado como acertado, son solo la punta de un iceberg fastuoso, que justifica plenamente el año de retraso que sufrió para pulir todos los detalles visuales de una joya que nadie debería perderse, porque nos devuelve al fin toda la magia de ese cine capaz de hacernos olvidar quiénes somos y qué hacíamos antes de iniciar un viaje a otros mundos más hermosos, más impactantes, mejores.



Nota de marzo de 2014: Desde que escribí la crítica al momento de escribir estas líneas, Gravity se ha llevado una auténtica barbaridad de premios: fue la gran triunfadora de la noche de los Oscars, con nada menos que 7 premios (mejor director, fotografía, efectos visuales, banda sonora, montaje, montaje de sonido y mezcla de sonido), 6 BAFTA (mejor película inglesa, mejor director, fotografía, banda sonora, sonido y efectos visuales) y así hasta un total de más de 300 reconocimientos internacionales. Y además ha sido un éxito de taquilla monumental, con más de 710 millones de recaudación en todo el mundo. Mi más sincera enhorabuena a todo el equipo de la película, con Alfonso Cuarón al frente. 

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