domingo, 4 de enero de 2009

Aquellas dichosas maquinitas (I)


Yo aún no había nacido, pero dicen que allá por los setenta comenzó una revolución informática que devendría en las actuales computadoras personales (PC’s), y que tuvo ramificaciones tan diversas como insospechadas. El cine de efectos especiales por ordenador y la animación digital comenzaron a dar sus primeros pasos, aún tímidos y titubeantes, y a un nivel menos llamativo se empezaron a desarrollar unas máquinas de entretenimiento llamadas recreativas o arcades. Estos aparatos, agrupados en salones, marcaron una época en el ámbito del ocio infantil y juvenil.

Los expertos en estos asuntos afirman la existencia de al menos dos generaciones de consolas (arcades domésticos), hasta la salida al mercado en 1985 de dos consolas emblemáticas, la Sega Master System y la Nintendo Entertainment System. Estos aparatos, con un procesador de 8-bit capaz de mover objetos en dos dimensiones y un colorido mayor que las anteriores, sentaron los cimientos de toda una cultura tecnológica. Fue en estas consolas donde hicieron una aparición significativa personajes tan carismáticos como Mario o Donkey Kong, o sagas como Metal Gear, Final Fantasy o Legend of Zelda, aún vigentes en la actualidad.

Nintendo y Sega perpetuaron su pelea por un mercado cada vez más jugoso con su siguiente generación, a principios de los años 90, compuesta por la Super Nintendo y la Sega Mega Drive, ambas de 16-bit. En estos años se fueron incorporando más iconos del mundo del videojuego, como la mascota de Sega Sonic, o las sagas de lucha Street Fighter y Mortal Kombat.

El panorama de los videojuegos cambió radicalmente con la quinta generación, en 1995-1996, que además de los esperados recambios de Sega y Nintendo (Saturn y N64, respectivamente), añadió la presencia de Sony con su archiconocida Playstation. Se trataba de consolas técnicamente muy superiores a las de antes, especialmente por su capacidad de mover objetos en 3-D y la incorporación de vídeos de gran definición, lo que supuso toda una revolución en el sector.

A pesar de tener la mitad de potencia que su rival de Nintendo (32 bit frente a 64), el éxito de Sony fue tan arrollador que literalmente arrasó el mercado, perjudicando muy seriamente a Sega (que con el fracaso de su siguiente consola, Dreamcast, en 1998, quedaría reducida a una simple empresa de desarrollo de juegos para otras consolas). Sólo Nintendo resistió el embite de Sony, aunque no tanto por sus ventas como por el apoyo de su público fiel.

La aparición de Sony supuso una convulsión en el sector del videojuego por su agresiva estrategia, que consistía en masificar su catálogo de juegos dando licencias sin que apenas hubiera controles de calidad. Esto propició una verdadera avalancha de títulos, en su mayoría mediocres, que desbordó las posibilidades de los usuarios pero les hizo creer, al mismo tiempo, que aquella desmesura era sinónimo de calidad. De un total de más de 3.000 títulos a lo largo de sus casi seis años de existencia, sólo Final Fantasy VII, Resident Evil 2 y Gran Turismo lograron sobrepasar un nivel decente. A pesar de todo, estos juegos también escondían las deficiencias técnicas de su consola, empleando gráficos renderizados y estáticos por los que deambulaban unas figuras toscas y de escasos polígonos. No obstante, su lujoso envoltorio y una campaña de promoción efectiva convencieron al mundo de que Sony era la nueva referencia en el sector del videojuego.

Nintendo había optado, a diferencia de los CD-Rom de sus rivales, por mantener cartuchos de gran capacidad. Esto reducía los tiempos de carga, que hacían insufrible cualquier partida en PSX o Saturn, pero, al mismo tiempo, aumentaba los costes de producción. Por otra parte, Nintendo estableció controles más severos para la creación de juegos para su consola, dando licencias estrictas y sólo a las llamadas third-parties, lo que provocó una relativa escasez de juegos que, sin embargo, poseían una calidad muy superior a los de su competidora. Esto, sumado a la considerable potencia de N64 permitió ver, año tras año, cómo iban apareciendo juegos tan asombrosos como Super Mario 64, GoldenEye 007, Banjo-Kazooie, The Legend of Zelda: Ocarina of Time, Perfect Dark o Conker’s Bad fur day, todos ellos considerados como los mejores títulos del sector en 1996, 1997, 1998, 1999, 2000 y 2001, respectivamente.

Aquella derrota de Nintendo fue especialmente dolorosa, porque su titánico esfuerzo fue incapaz de competir con Sony y sus ventas multimillonarias. De nada sirvió su calidad técnica, la ausencia de tiempos de carga o unos juegos absolutamente irrepetibles, que las compañías han tratado de repetir desde entonces (sin llegar ni de lejos a su magia). Sony sacó a la venta su Playstation 2 a lo largo de 2000, convirtiéndose en la consola más vendida del mercado con una diferencia abrumadora, y aun a pesar de sus 128-bit, mantuvo intacta su voracidad de títulos plagados de cuartas, quintas y sextas partes de juegos que quizá nunca debieron publicarse.


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