Hace unos días salió un informe de la Consejería de Educación de la Comunidad de Madrid que ha tenido un notable impacto en los medios de comunicación y en la comunidad educativa. Esto se debe, fundamentalmente, a que los datos que arroja dicho informe dejan en un lugar pésimo a un gran número de aspirantes a maestros que en las pasadas oposiciones de 2011 suspendieron de forma masiva (en algunos casos, superando el 95%) en ámbitos como lengua, literatura, matemáticas, biología o geografía.
Los casos revelados por el informe son muy dolorosos, y llegan en un momento especialmente delicado para el gremio del profesorado al que estos opositores aspiran a acceder: faltas de ortografía de un calibre descomunal ("deriban" por "derriban", "veverlo" por "beberlo", etc.), absoluta nulidad a la hora de definir palabras tan comunes como "escrúpulo" ("salida del sol" o "atardecer", según los opositores), un conocimiento realmente peregrino en cuanto a especies animales (el caracol es un "crustáceo", la gallina es un "mamífero", las serpientes se reproducen "sexualmente", etc.), un desconocimiento total del mapa político y geográfico (Soria como comunidad autónoma; Albacete, Ciudad Real y Badajoz como parte de Andalucía, etc.), así como resoluciones de problemas matemáticos que, sinceramente, dan vergüenza ajena. (Por ejemplo: Unas gafas cuestan 185 euros más que su funda. Las gafas y la funda cuestan 235 euros. ¿Cuánto cuestan las gafas? Respuesta: “Las gafas cuestan 235 euros porque siempre se regala la funda”). Los porcentajes globales no pueden ser más desoladores: solo un 13% pudo describir las formas gramaticales dentro de una oración, apenas un 2% supo por qué regiones pasaban los ríos Duero, Ebro y Guadalquivir y únicamente un 7% era capaz de completar una tabla de equivalencias del sistema métrico decimal.
He citado solo algunos ejemplos, pero los diarios de El País, El Mundo o ABC están plagados de barbaridades semejantes, y las reacciones no se han hecho esperar. No me cabe duda de que la aparición de este informe se produce en un contexto muy apropiado, metidos como estamos en el debate acerca del tipo de educación que desde los diferentes ámbitos sociales se considera mejor. Es evidente que estos datos dejan en un lugar lamentable la escuela pública, que es a la que nada menos que 3.800 personas de las que suspendieron este examen pertenecieron el curso pasado en calidad de interinos. También era de esperar la furibunda reacción tanto de los aludidos como de los sindicatos, que han puesto el grito en el cielo pidiendo la dimisión de la Consejera de educación y de toda su plana mayor, por haber mentido en el informe y haber dado, en su opinión, una versión sesgada e interesada de la realidad de dichas oposiciones.
Si es cierto que los datos del informe están falseados (se ha llegado a decir que alguno de los problemas citados en prensa no aparecieron en ninguno de los tribunales de oposiciones), entonces sí creo que aquí debería dimitir alguien. Ahora bien, en caso contrario, si es cierto que el 86% de los aspirantes suspendieron de este modo, que de más de 12.000 plazas solo pudo cubrirse una tercera parte por pura incapacidad e incompetencia de los futuros maestros, entonces alguien debería hacer un serio examen de conciencia. Y por cierto, ese argumento que han empleado muchos críticos del informe, diciendo que es que "eso de saberse los ríos es algo que nadie nos sabemos así, de buenas a primeras" me parece realmente pernicioso y falaz. El desconocimiento generalizado de nuestra geografía no me parece excusable para nadie, pero menos todavía para los futuros maestros, que deben sabérselo y muy bien, además, para poder enseñarlo a los niños. Hasta ahí podíamos llegar.
El sistema de oposiciones es un proceso arduo para muchos docentes, que exige por su parte una gran concentración y esfuerzo durante un periodo muy amplio de tiempo. Eso merecía algo más de respeto por parte de unas autoridades educativas que, sin embargo, han introducido en los últimos tiempos una medida con la que sí coincido. A partir de ahora, la experiencia docente de muchos interinos pasará a ser un 15% de la nota final, frente al 80% de la nota del examen y un 5% de méritos académicos. Esto antes era más bien al revés, puntuando más la experiencia que la nota del examen, algo a mi juicio erróneo porque, aun respetando los años que un docente interino pueda haber acumulado, no me parece razonable que alguien que saque un 5 y lleve diez años dando clase pase por encima de un opositor que tiene un 10 y ha demostrado de sobra tener conocimientos para comenzar su tarea, como sí ocurría hasta el año pasado. La experiencia da tablas, nadie lo duda, pero no puede ser que un profesor sin conocimientos suficientes se aproveche del sistema para meter los dos pies y pasar por encima de gente que claramente lo sobrepasa en cualificación.
He tenido ocasión de consultar el famoso examen, pregunta a pregunta (cotejar aquí). Vaya por delante que me parece de una torpeza suprema que la Consejería de Educación tire piedras contra su propio tejado haciendo públicos los peores resultados y las respuestas más sonrojantes de los opositores (como ejemplo de unos datos irrefutables, ojo), y que es posible que algunas preguntas tengan algo más que malicia en su planteamiento. Sin embargo, y por mucho que se anunciaran los contenidos cinco meses antes del examen, no me parece que nada de lo que haya aquí sea algo imposible de saber para un maestro o que nadie pudiera esperarse, sino más bien al contrario.
No es mi intención tomar posturas en este debate, porque entiendo el contexto de trincheras en el que se desarrolla, y me gustaría que constara mi respeto hacia todos los opositores y mi rechazo a la publicación de unos datos que únicamente perjudica y en nada beneficia a nadie. Ahora bien, no puede ser que gente que no es apta para enseñar se ponga delante de nadie a decirle cómo debe escribir o de qué familia viene cada especie cuando es a ellos a quienes habría que enseñar en primer lugar. Es sencillamente inadmisible, y por ello me parece bien que si el 86% de aspirantes no merezca aprobar, no apruebe.
A fin de cuentas, y en eso creo que todos estaremos de acuerdo, la labor de la docencia es algo muy serio, que exige una sólida formación, una preparación capaz de soportar la tremenda responsabilidad que implica, por la repercusión futura que dicha docencia va a suponer en nuestra sociedad, y que también demanda un compromiso por parte del profesor de cumplir con su tarea de forma profesional, rigurosa y con contenidos y metodología de calidad. Solo cumpliendo esas condiciones estaremos luego en disposición de protestar por la indefensión de la enseñanza pública con un mínimo de coherencia, dignidad y autoridad. Lo contrario, como tantas otras cosas en este país, es un completo disparate que nos retrata de manera muy poco ejemplar.
A fin de cuentas, y en eso creo que todos estaremos de acuerdo, la labor de la docencia es algo muy serio, que exige una sólida formación, una preparación capaz de soportar la tremenda responsabilidad que implica, por la repercusión futura que dicha docencia va a suponer en nuestra sociedad, y que también demanda un compromiso por parte del profesor de cumplir con su tarea de forma profesional, rigurosa y con contenidos y metodología de calidad. Solo cumpliendo esas condiciones estaremos luego en disposición de protestar por la indefensión de la enseñanza pública con un mínimo de coherencia, dignidad y autoridad. Lo contrario, como tantas otras cosas en este país, es un completo disparate que nos retrata de manera muy poco ejemplar.
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