Cuentan que en la ceremonia de los Oscars de 2004, Steven
Spielberg se encontró con varios actores de la película El retorno del rey, que aquella noche igualó la histórica marca de
los 11 premios conseguida por Ben-Hur y
Titanic. Antes de arrasar en la gala, Spielberg les
dio las gracias de todo corazón por haber conseguido que un género tan
denostado como la épica de fantasía obtuviera, al fin, el reconocimiento que se
merecía con un producto de tantísima calidad como aquél. Muchas puertas se
abrirían, en palabras del rey Midas de Hollywood, gracias a aquella senda
iniciada por los Hobbits.
Pensé en ello cuando vi el episodio piloto de Juego de Tronos, serie que la HBO
estrenó en la primavera de 2011, y que hace escasas semanas ha puesto final a
su segunda (y magnífica) temporada. Y es que, seguramente, de no haber sido por
el precedente de las adaptaciones de Tolkien, las novelas del señor George R.
Martin no habrían visto luz verde para su conversión a imagen real.
La propuesta era arriesgada, porque su premisa es menos
“comercial” que el texto de Tolkien: la historia está situada en una remota época
medieval, donde una decena de personajes principales se disputan, en distintas
tramas y con diferentes ambientaciones, el poder de los llamados Siete Reinos.
Todos los protagonistas pertenecen a diferentes familias de gran tradición (los
Stark, los Lannister, los Baratheon, Targaryen, etc…), cada una de las cuales
controla, a su vez, determinadas zonas del vasto territorio en el que se
ambienta la trama. No obstante, y lejos de lo que cabría esperar, aquí el
protagonismo no lo tienen las batallas y la sangre (que algo de eso hay), sino
las intrigas palaciegas, las tramas conspiratorias y todos los tejemanejes de
un relato donde la traición aguarda tras cada esquina.
La profusión de tramas y personajes puede resultar
abrumadora (y eso que las novelas tienen aún más, aviso), pero todo se
desarrolla de un modo tan natural que llega un punto en que el espectador se
acostumbra al constante vaivén. Esto favorece la intriga en el sentido de que
cualquier personaje puede conocer la muerte en cualquier momento, a diferencia
de la trama de Tolkien, donde uno podía prever los puntos básicos de la trama
con escaso margen de error. Juego de tronos no posee la espectacularidad ni los
medios de las películas de Peter Jackson, eso es evidente, pero en su medio
televisivo se desenvuelve con una soltura sobresaliente, y cuenta con unos
actores y unos guiones solventes y eficaces que mantienen el interés siempre
por todo lo alto.
La primera temporada narra los avatares del rey de los
Siete Reinos, Robert Baratheon. En la necesidad de encontrar una nueva “mano
del rey”, algo así como un primer ministro, contacta con su viejo amigo Ned
Stark (impresionante, Sean Bean). Esto implica que el señor de Invernalia debe
abandonar a su numeroso clan para partir a la capital del sur, donde toda una
caterva de venenosos políticos y timadores pondrá en peligro su noble intención. Mientras tanto, y muy lejos de allí, los destronados
hermanos Targaryen tratan de reconquistar su poder con matrimonios de
conveniencia con la poderosa tribu Dothraki. Un tremendo Jason Monoa como el
líder Khal Drogoh copa el protagonismo de esta segunda trama, que termina con
unos fabulosos dragones augurando grandes eventos futuros.
Mis temores respecto a la segunda temporada concernían,
precisamente (atención, spoiler) a las muertes de Ned Stark y Khal Drogoh. Era tal su
peso durante toda la temporada que tenía serias dudas de que la trama pudiera
rehacerse en condiciones y mantener mi interés más allá de las exequias por la
desaparición de los dos líderes. Y debo decir que, aunque al principio me costó
acostumbrarme al nuevo rol de muchos secundarios de la primera temporada, las
distintas tramas fueron desarrollándose gracias a dos pilares básicos: Tyrion
Lannister, el inteligente enano que ya en la primera temporada se convertía en
un auténtico “robaplanos” (q
ué descubrimiento, el tal Peter
Dinklage), convertido ahora en una genial "Mano del rey", y por otro
lado la excelente Arya Stark, hija de Ned, que con su trama de falsa copera del
patriarca de los Lannister logra mantener la tensión de un modo soberbio. Mención especial para el noveno capítulo de la segunda temporada, que narra la batalla en la capital, Desembarco del Rey, y que es uno de los mejores capítulos de serie que he visto jamás, todo un prodigio narrativo a la altura de los grandes combates épicos cinematográficos.
Juego de tronos
es una serie sencillamente magistral, y esperemos de verdad que siga así. Al margen de su más que conseguida
ambientación y sus excelentes actores secundarios (Lena Headey como Cersei
Lannister es un auténtico lujo), la serie tiene fuerza, diálogos vibrantes y un
ritmo poderoso. Sus puntos de giro son acertados y suelen dosificarse con
bastante criterio, y se convierte en todo un ejemplo de cómo sacar partido a un
presupuesto relativamente modesto para dotar a la serie de aires de verdadera
superproducción. A eso suma una banda sonora excepcional (qué títulos de crédito tan fenomenales, por cierto), y el apoyo en todo momento del autor de las novelas, encantado de que su eterno proyecto haya alcanzado al fin el reconocimiento que merece.
En suma, no conozco una serie que en la actualidad mantenga un nivel
tan alto y tan constante de calidad e interés, y por ello no me extraña que se haya
convertido en un éxito de crítica y público (es la serie más descargada hoy en día, superando en ocasiones los registros de la todopoderosa Perdidos), porque sencillamente no hay nada
mejor. Larga vida, pues, al trono de hierro y, siempre y cuando el nivel siga siendo
tan soberbio, que sea por muchos años.
1 comentario:
¡Hola Nacho!
Soy Pablo López. Quería decirte que me ha gustado en especial este artículo. En la tele estuvieron echando algunos anuncios sobre el estreno de "Juegos de Tronos" y recordé que una vez me hablaste en un campamento sobre ello. Después leí el artículo y me gustó mucho. Decidí empezar a ver esta serie y ahora toda la familia está enganchada.
He visto en una de las fotos que uno de los huevos de dragón de Kalesi eclosiona, estoy impaciente por verlo.
Un abrazo muy grande.
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