domingo, 12 de febrero de 2012

El fantasma contraataca (parte I)


Por si no fueran suficientes los estrenos y reestrenos en cine, las reposiciones en VHS, DVD, BLU-RAY (y las que quedan), el polémico “director” George Lucas nos obsequia con una nueva invitación a pasar por taquilla y pagar (una vez más) para ver su celebérrima saga galáctica en cine, Star Wars, esta vez con la más que discutible excusa de las tres dimensiones. Y por si fuera poco, el festival tridimensional comienza con la más controvertida de todas, Episodio I: La amenaza fantasma. Afirma Lucas, con voz grave y solemne en sus entrevistas, que realmente ahora es cuando los espectadores van a poder disfrutar de esta magna obra tal y como fue concebida originalmente.


Lo diré antes de nada para evitar ambigüedades: yo soy de esos que creen que con la trilogía original (1977-1983) era más que suficiente. Soy de esos que piensan que, a pesar de indudables aciertos visuales, sonoros y de banda sonora de la nueva trilogía (1999-2005), los nuevos episodios no solo no aportan nada en absoluto a la historia sino que, muy al contrario, la embrollan hasta el infinito, arruinan sus puntos de giro claves y encima entran en paradojas, absurdos inexplicables y francas contradicciones con lo que luego cuentan los supuestos episodios IV, V y VI. Un desastre, en definitiva.


Que nadie se lleve a engaño. La única razón (la única) por la que Lucas decidió rodar los episodios I, II y III fue porque estaba sin un duro y porque ya había vendido los derechos para continuar la historia que, supuestamente, había cerrado El retorno del jedi. Eso significa que, o bien se metía en pleitos contra las decenas de libros, cómics y muñequitos que ya hablaban de los hijos, nietos y biznietos de Han, Luke y Leia, o se inventaba una nueva historia que no tuviera nada que ver con ellos, lo que auguraba un sonoro fracaso. Así que, dicho y hecho, el “creador” se encerró en su despacho y no se le ocurrió otra cosa que darle una vuelta de tuerca a lo ya visto y asegurar que, en realidad, la trilogía original no era sino la mitad de una historia que él había concebido como un relato en nueve partes (es decir, tres trilogías), cuyo protagonista era el villano de dicha historia, Darth Vader, y que era de justicia contar la primera, que trataba de sus orígenes.


Hay que fastidiarse. Este hombre se cree que los (millones de) fans de Star Wars somos todos imbéciles y quizá no le falte razón, a juzgar por sus astronómicos ingresos. Lógicamente, en toda creación de una historia es preciso que haya una serie de hechos previos que expliquen de dónde viene cada personaje principal. El rey Arturo no se puede entender sin las acciones de su padre, Uther Pendragón, del mismo modo que La Ilíada no se puede justificar sin la explicación del juicio de Paris y el rapto de Helena. Ahora bien, de ahí a decir que en realidad el protagonista del ciclo artúrico es Uther, o que en realidad el meollo de la Ilíada está en el juicio de Paris solo se puede explicar si el que afirma tal cosa es idiota o, peor aún, si considera que su auditorio es meningítico perdido.


Y puede que, en este caso, lo sea. No me explico cómo puede ser, si no, que haya tantos miles de personas disfrazadas, ya con una edad, haciendo el botarate en los estrenos de cine, o esos miles de personas que afirman que creen en la religión de la Fuerza (sic), o esas riadas que se amontonan en las convenciones de frikis para ver los últimos muñequitos que cuestan el ojo de la cara. Este hombre se está haciendo de oro a base de darle basura a un público que, en el colmo de los colmos, la pide a gritos, y es algo que no consigo entender.


A mí, desde luego, como seguidor que era de la saga original, la nueva trilogía me provocó una decepción de tal magnitud que a punto estuvo de borrar el recuerdo infantil de cuando soñaba con tener una espada láser (para sembrar el caos en el colegio, no se vayan a pensar en ninguna cruzada justiciera). Los nuevos episodios están plagados de personajes y diálogos infames (el sapo ese llamado Jar Jar Binks, o Anakin en todos y cada uno de los episodios, pero especialmente cuando afirma a su amada que “cuanto más me acerco a ti, más siento que crece y crece”); pone a personajes clásicos, como Yoda, a botar como una rana loca espada en mano para, inmediatamente después de haber luchado como un toro, encorvarse senilmente y agarrar su bastoncillo, y nos intenta colar que Darth Vader fabricó a C3PO y que luego no se acordaba de nada. Y de lo de los midiclorianos, mejor no hablemos, porque es para llorar.


Cualquiera que conozca las películas originales sabe que uno de sus puntos fuertes está precisamente en las revelaciones finales, acerca del parentesco del villano con los dos personajes principales. Si uno es capaz de soportar los episodios I, II y III, ese archiconocido momento en que Darth Vader dice aquello de “Yo soy tu padre” en El imperio contraataca no le provocará el más mínimo temblor, porque ya lo sabrá desde hace tres películas, y eso no tiene ningún sentido. Toda la mística y el misterio de la trilogía original, todos los puntos oscuros de una historia que los personajes van descubriendo poco a poco se va literalmente al carajo por culpa de unas “precuelas” que lo único que consiguen es quitarle la gracia a todo lo que viene después.


En cuanto al argumento de que Darth Vader es el verdadero protagonista de la saga, me parece igualmente insostenible se mire por donde se mire. Vader es parte de la cultura popular como la encarnación del mal, es el Hitler de la ficción fantástica, y por eso rechina aún más que se convierta en el protagonista de la nueva trilogía (en la otra es Luke Skywalker, y punto). ¿Quién va a empatizar con un personaje que primero es irritante, luego es idiota y finalmente es aún más idiota e irritante porque decide volverse malísimo de repente por un motivo tan espúreo como injustificado? Si Lucas fuera mejor escritor podría haber hecho una transición más creíble, que pasaba necesariamente por presentar al Anakin niño como un demonio en potencia, y no como el querubín angelical que finalmente hizo. Para que su proceso hacia el mal fuera más creíble debería haber una profundidad psicológica y traumas que justificaran dicho proceso, pero aparte de un ataque de mamitis y unos celos infundados, no hay nada. Y todo esto suponiendo que fuera justificable, desde el punto de vista narrativo, que el villano sea el protagonista, que insisto en que va en contra de todos los principios de la teoría literaria por mucho que el “visionario” Lucas se empeñe.


Total, que a todo esto llega el 10 de febrero de 2012, y La amenaza fantasma vuelve remasterizada y tridimensional para deleite de los fans que, una vez más (y las que les quedan) pagarán para ver lo ya visto y oído. Pobrecitos míos.

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