Atrás quedaron los días del sueño
en que ansiaban rozarte mis labios,
empeñado en vencer desagravios
el mismo amor que te quería su dueño.
Ahora en tus ojos olvido el pasado
porque es a plena luz como los veo
y es tu piel la que enciende mi credo
al sentir al fin calor a mi lado.
Quiero no sentir jamás que te extraño;
que no se vuelva tu rostro memoria
y se pierda en la noche, ermitaño.
Deseo desearte con euforia,
anhelo que tus llagas sean mi daño
pues tu fe anuló mi fe ilusoria.
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