lunes, 5 de octubre de 2009

Corazón partío


Sólo unas breves líneas para comentar la nueva debacle del “deporte” español. En primer lugar, algunas preguntas que de momento nadie ha sabido contestarme de una forma convincente: ¿si estaba tan claro que el COI iba a elegir a Rio de Janeiro por la simple razón de ser sudamericana, cómo es que Madrid ha seguido durante cuatro años peleando por un objetivo imposible? Aún más, si esto de la victoria brasileña basada en el “porque nunca nos ha tocado” estaba cantado desde el primer día, ¿por qué ha habido un proceso selectivo de ciudades? ¿Es que a los de Tokio, Chicago o Madrid nos encanta perder nuestro tiempo, tratar a los miembros visitantes del COI como rajás durante días y días, y luego mandar delegaciones a hacer el ridículo a Copenhague?

Y he aquí la última de las preguntas sin respuestas, pero no por ello menos inquietante que las anteriores: Si la candidatura de Madrid era, en palabras de sus responsables, pluscuamperfecta, técnicamente implecable y demás zarandajas, a lo que hay que sumar la impagable “experiencia” del batacazo de Madrid 2012, ¿a santo de qué esos paupérrimos resultados en la votación final, donde Río nos pegó un repaso de más del doble de votos (66 a 32)? (Más desolador aún: en Singapur, con ocasión de la anterior candidatura, logramos 31 votos: a eso lo llamo yo aprender de los errores).

De nuevo, España es diferente, pero siempre para peor. Aquí todo el mundo ha regresado con la cabeza más alta que el Pirulí, porque a fin de cuentas, y perdónenme el sarcasmo, nos lo hemos currado como nunca, somos los mejores y lo de Río ha sido un pucherazo y estos del COI quiénes se han creído que son para decir que esa ciudad del crimen desorganizado es mejor que nuestra gloriosa Cibeles bailando al son de la zarzuela … Da igual que sea Zapatero, Gallardón o San Bartolomé, nadie es capaz de la más mínima autocrítica, nadie entona el mea culpa y, en el colmo de los colmos, es incapaz de reconocer que algo bueno tendría Río de Janeiro para convencer a tantísimos miembros del COI, que, dicho sea de paso, es imposible que sean todos unos ineptos untados y corruptos, aunque sólo sea por el simple hecho de que ninguno de ellos es español.

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