martes, 17 de junio de 2014

La serie del mes (16): Juego de Tronos



Me perdonen los lectores, pero debo ocuparme por segunda vez de Juego de tronos (la serie). La última vez se hizo un repaso somero a las dos primeras temporadas pero es ahora, tras el final de la cuarta, que pone fin a la adaptación del mejor libro de la serie (Tormenta de Espadas), cuando se puede hacer una valoración general de la serie a la altura de su ecuador (sus responsables han confirmado ya que habrá ocho temporadas). Doy por sentado que los lectores ya conocerán a los personajes y por ello no me detendré en dar datos aclaratorios, como tampoco mencionaré los nombres de los actores que les ponen rostro, para no hacer una entrada de listín telefónico.

Lo primero que hay que resaltar es el hecho, evidente para cualquier que haya seguido la serie desde sus inicios, del aumento de valores de producción. Juego de tronos ya no es una serie que escatime en gastos, como sucedía en la primera temporada. Si ahora hay que hacer una batalla climática, se hace; si hay que sacar dragones escupiendo fuego con toda su potencia, se ponen; si hay que rodar escenas con miles de extras y recrear con todo lujo de detalles una boda real en Desembarco del rey, no hay el menor problema. Ello, unido al impresionante nivel actoral, artístico y de guión de la serie que ya venían de antiguo, hace que se eleve (aún más) por encima de la media, haciendo de este producto seguramente lo mejor que hay en televisión hoy en día. No por casualidad se ha convertido ya en la serie más vista de la historia de HBO, superando a todo un coloso como Los Soprano. Casi 18 millones de espectadores han seguido la última tanda de episodios, una auténtica salvajada teniendo en cuenta que es la serie más descargada de los últimos años y que, por tanto, habría que añadir otros tantos millones más no reconocidos de formas "legales". 

La ventaja de contar con un material narrativo tan excelente como el ofrecido en Tormenta de Espadas es que da vía libre a los guionistas para abarcar el que, seguramente, es el tramo más interesante para la práctica totalidad de las tramas principales: seguimos la caída absoluta en desgracia de Tyrion (qué juicio, madre mía, qué juicio), la redención parcial de Jaime Lannister, las convulsiones relativas a bodas cuyos desenlaces es mejor no mencionar aquí y, sobre todo, el final de casi 10 personajes principales de gran interés, relevancia en las tramas y peso específico en la saga, cuya ausencia se antoja muy, muy difícil de superar (y que, de hecho, en los libros yo creo que no se llega a superar; tengamos fe en Martin).

En cualquier caso, todas y cada una de las interpretaciones están donde deben estar. Se han hecho cambios interesantes en la cuarta temporada, sustituyendo a actores como el que interpretaba a Daario Naharis, mucho más acertado y fiel al libro en su segunda elección, y los nuevos personajes en escena, como Oberyn Martell, son sencillamente sensacionales (y es que al margen de sus fenomenales salidas, el duelo de la víbora de Dorne con La Montaña es, simple y llanamente, la mejor batalla cuerpo a cuerpo de toda la serie). En realidad esto no solo es achacable a las novedades: tanto la tercera como la cuarta temporada ofrecen la posibilidad a todos los personajes de crecer (atención a Arya y a la actriz que le da vida, que va camino de convertirse en estrella, o a Brienne de Tarth, cuya intérprete estoy seguro de que va a terminar levantando trofeos por este papel). Tanto los personajes de primera como de segunda línea demuestran tener mucho más recorrido del que en un principio podríamos pensar, como les ocurre a los personaje de Tywin Lannister, Meñique, Sandor Clegane, el caballero de la cebolla y tantos otros. Una gozada.

Sin embargo, son el trío formado por Daenerys Targarien, Jon Snow y Tyrion Lannister el que tiene el mayor protagonismo, y con razón. Son los personajes más interesantes, perfilados y con carisma en un elenco ya de por sí sobresaliente. Quizá la trama de la primera se queda algo más estancada en estas dos temporadas, fruto de esa especie de cruzada por la liberación de esclavos que no hace más que retrasar su llegada a Westeros. Por su parte, Jon Snow tiene al fin la oportunidad de explorar los límites del Muro, conocer a los salvajes y protagonizar un enfrentamiento épico en el capítulo noveno de la cuarta temporada (Los vigilantes del Muro), que es sin duda uno de los mejores, más climáticos y espectaculares de cuantos se ha visto en toda la serie hasta el momento, y que supera con creces la intensidad del libro en este aspecto. 

No obstante, quizá uno de los mayores problemas de conocer el material original es que buena parte de las sorpresas, por no decir todas, quedan bastante rebajadas de intensidad. Saber cuándo van a morir según qué personajes resta intensidad a muchas escenas, especialmente porque en cuestión de diálogos de complots, intrigas y dobles sentidos a Martin hay pocos escritores que le superen. Casi todas las batallas dialécticas salen ganando en el libro, lo que sirve de contrapeso a los duelos más físicos o que requieren más carga de efectos visuales, como la primera gran aparición del dragón negro, que imagino dejaría a todo el mundo con la boca abierta.

Ha habido lugar incluso para las sorpresas, de las que por desgracia tampoco puedo decir nada, pero que sorprenderán hasta a los más acérrimos fans de los libros. El debate que generen a partir de ahí es más discutible, como alguna que otra ausencia notable al final de la cuarta temporada, pero seguro que hará la espera más llevadera hasta que se estrene la siguiente temporada. Tras varios años y la posibilidad de asentarse y afianzarse en números y presupuesto, el salto que ha pegado esta serie es para quitarse el sombrero. Me hace cierta gracia releer ahora la entrada dedicada a las primeras temporadas, cuando andaba yo preocupado por si la gente echaría de menos a Ned Stark, Khal Drogo y compañía. Sinceramente, yo ya casi ni me acuerdo de ellos.

Y es que las temporadas 3 y 4 de esta serie han elevado francamente el nivel hasta donde muy pocos sospechaban. El equipo de producción se siente cada vez más cómodo, ha encontrado una fórmula eficaz y solvente para adaptar el gran contingente de información, personajes y hechos de los libros, creando escenas memorables, como las bodas roja y púrpura, el asalto de los salvajes al muro y ese último capítulo de la cuarta temporada, que a más de uno dejará con la mandíbula desencajada. Pero no es solo espectacularidad y giros de guión: es que escenas como las del juicio de Tyrion (en realidad todo lo que hace Tyrion, para qué engañarnos), la magnífica química entre Tywin Lannister y todo aquel que se cruza en su camino o la dura, y a pesar de ello entrañable, relación entre Arya y el Perro, son capaces de remover hasta las entrañas del más pintado. 

Los creadores de Juego de tronos pueden estar más que orgullosos de su criatura. Desde 2011 es la serie más vista en Internet, la más comentada y más seguida en los foros. Despierta una expectativa enorme allá por donde va, y sus cada vez más insoportables esperas son únicamente comparables a las de los lectores de unos libros que, francamente, no sé bien cuándo podremos hincarle el diente a la sexta entrega de una franquicia que se ha convertido en el bombazo que todos deseábamos.



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