martes, 25 de marzo de 2014

Carta abierta







Usted no me conoció. Nunca vio mi cara o escuchó mi voz, aunque imagino que pudo hacerse una idea de cómo podría ser mi vida cuando, años antes de que yo naciera, consagró la suya a un ideal para que todo ello, mi vida y la de tantos otros como yo, fuera posible.

Usted no era científico, físico o matemático. No se dedicó a crear espacios imposibles en ninguna de las formas del arte, sino a una profesión que actualmente está muy mal vista. Se dedicó a la política en tiempos en que la política era imposible porque por aquel entonces una sola mano gobernaba y regía a su antojo y voluntad. Usted se dedicó a la política en tiempos de títeres y prestidigitadores, con la idea de cortar las cuerdas, de desterrar a los ilusionistas y cambiarlos por la voluntad de los espectadores, esos grandes olvidados de la Historia. Porque eso, más aún que política, fue lo que hizo usted y tantos otros a su lado: Historia.

Gracias a su visión, a la capacidad de conciliar las voluntades de aquellos que le rodeaban, monarcas incluidos, voluntades diametralmente opuestas como las del partido al que usted representaba y aquellos otros políticos proscritos por su régimen, España es hoy un país más libre, mejor. Gracias a usted, a su decisión, a su compromiso político y social, este país puede presumir de haber dejado atrás una época de penurias y miserias, de falta de libertades y de derechos fundamentales. Gracias a usted, hoy tenemos una Constitución que nos ampara y un estado de derecho que, si bien tiene aún mucho que mejorar y mucho por lo que seguir luchando, supone una diferencia abismal con lo que había cuando usted se propuso materializar un sueño.

Lamento profundamente que sus últimos años, marcados por la enfermedad, le impidieran darse cuenta de los pasos que ha dado este país. No todo han sido avances, y desde luego no todos los políticos que han venido después de usted han tenido su aplomo, su capacidad para la diplomacia, su sentido de estadista, su coherencia. No todos han sido tan brillantes, ni tan competentes. Pero al menos todos tenemos claro cuál fue el referente que usted dejó, cuál fue su listón y esa imagen de firmeza, que permanecerá siempre en nuestra memoria, ante los violentos que quisieron romper su sueño a punta de pistola.

Gracias a usted, hoy hay millones de personas en este país que pueden decidir con su voto a quién consideran más capacitado para gobernar. No es un sistema perfecto, pero es lo mejor que hemos tenido en toda nuestra Historia como nación, como lo confirman los grandes avances en prácticamente todos los terrenos que hemos logrado en estas largas décadas desde aquellos días en que usted, y todos aquellos que participaron de aquel proceso, cambiaron el rumbo de una nación.

Usted no me conoció, señor Suárez. Nunca vio mi cara o escuchó mi voz, pero me gustaría hacerle llegar mi más sincero agradecimiento por la vida que he tenido y tengo, que en buena medida se la debo usted y a todos aquellos que hicieron posible el país en el que vivo, y en el que puedo ser como quiero, expresarme como deseo y participar para que todo sea un poco mejor que como estaba.

Gracias por la libertad y por la democracia. Gracias, de todo corazón, y descanse en paz.


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