Cuando leí la novela de Parque Jurásico me llevé una enorme decepción. La novela en sí me encantó pero es solo que no entendía, a mis once primaveras de entonces, cómo era posible haber dejado tantísimo contenido fuera de una película que, en comparación con el libro, palidecía en cuanto a la trama, a la complejidad y diálogos de los personajes, a la cantidad de aventuras que se habían quedado fuera. También me pregunté, claro, cómo era posible que ninguno de los dinosaurios de aquellas páginas lograra transmitirme el miedo, la enorme emoción que despedían los de Spielberg en esa pantalla de cine donde me había sentido tan minúsculo al lado de aquel mítico T-Rex.
Me llevó tiempo hacerme a la idea de que el cine y la literatura son códigos diferentes donde, por descabellada que parezca la idea, existe la posibilidad de la complementación. Una película basada en un libro no tiene por qué reemplazar nada, sino antes al contrario, permitir que aquellos puntos débiles de cierto tipo de historias florezcan al lado de una puesta en escena adecuada, espectacular cuando debe serlo, impactante allí donde la imagen lleva nuestra imaginación más allá de sus fronteras, del mismo modo que el libro puede detenerse cuanto quiera en la trama, sin restricciones de espacio de ninguna clase, y profundizar en todos aquellos aspectos necesarios para comprender el alcance global de la historia.
El Juego de Ender, concebida desde un principio como novela e iniciadora de toda una saga propia, logró trasladar con gran acierto una serie de interesantes debates morales al terreno de la ciencia ficción, como son la xenofobia radical, la manipulación de las masas y del individuo, el militarismo y sus medios para alcanzar sus fines, así como el papel del líder en el desarrollo de la sociedad. La novela alcanzó estatus de culto inmediatamente y ha sido venerada por generaciones enteras como uno de los pilares de su género, si bien el alcance de las secuelas es más discutido. Casi tres décadas más tarde, aquella primera entrega de la saga ha sido llevada al cine de la mano de Gavin Hood y con el beneplácito del autor de la obra, el siempre polémico Orson Scott Card. Y de nuevo, ante la diatriba de la literatura o el cine, surgen las mismas dudas, los mismos problemas y, no sé bien en qué medida, quizá las mismas conclusiones.
Lo primero que me llamó la atención de la promoción del filme fue que parecían querer lanzarla como una especie de cruce entre Harry Potter y Los juegos del hambre, cuando sinceramente no me parece que tenga nada que ver con ninguna de las dos. La historia de Ender no tiene nada de infantil, por todas las implicaciones morales de una trama que lidia con temas tan poco apropiados para ese público como los ya citados o el homicidio, tanto individual como de masas. El hecho de que el protagonista sea un adolescente está plenamente justificado por la historia, pero no debería haberse convertido en la baza única para llevar al público al cine, como me temo que así ha sido.
Lo primero que me llamó la atención de la promoción del filme fue que parecían querer lanzarla como una especie de cruce entre Harry Potter y Los juegos del hambre, cuando sinceramente no me parece que tenga nada que ver con ninguna de las dos. La historia de Ender no tiene nada de infantil, por todas las implicaciones morales de una trama que lidia con temas tan poco apropiados para ese público como los ya citados o el homicidio, tanto individual como de masas. El hecho de que el protagonista sea un adolescente está plenamente justificado por la historia, pero no debería haberse convertido en la baza única para llevar al público al cine, como me temo que así ha sido.
Por lo demás, no puedo evitar juzgar la película como un fan confeso de la novela, que me enganchó de un modo que pocas han conseguido igualar, y que devoré con tanta fruición como entusiasmo. La historia del joven Ender, un niño prodigio al que se encomienda la tarea de formarse en el liderazgo militar para comandar en el futuro a la humanidad entera ante la amenaza de los insectores es un relato apasionante, crudo y poderoso que no puedo más que recomendar a todo aquel que guste de la ciencia ficción de calidad. Es una novela fantástica, con un sentido del ritmo soberbio y una dosificación de la trama y de sus puntos de giro tan acertada como bien construida. Todo un clásico del género, en definitiva.
Por todo ello, mucho me temo que mi impresión de la película que acaba de estrenarse está condicionada por mi cariño hacia dicha lectura, por el conocimiento que tengo de muchos de los puntos que la cinta olvida u omite conscientemente, así como de aquellos personajes intensos y llenos de fuerza en la novela, como Bean o los hermanos de Ender, que aquí tienen un papel meramente testimonial y cuyas tramas desaparecen por completo. Hay tantas, tantas lagunas, carencias y reformulaciones de la película que incluso los temas principales citados anteriormente corren serio peligro de desaparecer en un montaje no siempre benigno con el material original. Pero por encima de todo, mi mayor pega hacia la película es que la necesidad de abreviar nos priva de una progresión más adecuada de la historia, y eso se nota.
Aquí es preciso hacer hincapié en un detalle: esta no es una película hecha al margen del autor del material original, como ocurrió con Michael Ende y su famosa Historia Interminable, que se tiró de los pelos al ver lo que habían hecho con su historia. Fue el propio Scott Card, y no Gavin Hood, el que tomó decisiones fundamentales como la que tiene que ver con suprimir prácticamente a Valentine y Peter y su trama de ascenso al poder a través de Internet, así como en todo lo referente al clímax final, del que es mejor no hablar, pero que en el libro tenía un tratamiento bien diferente para resultar más sorprendente.
Y aquí es donde viene el problema principal. Mientras veía la película pensaba que a lo mejor le hubiera venido bien a esta producción dividirse en dos partes, un poco al modo de la idea inicial que se tuvo para El Hobbit. La primera se centraría en la escuela de batalla y la segunda en el alto mando, respetando la estructura dual de la novela, y permitiría desarrollar todo lo que aquí se queda corto. Y no es que la idea en sí sea mala (la mayor parte de fans la defiende con ardor), pero entonces hay un problema mayor: el presupuesto, que ya de por sí es holgado (110 millones de dólares), se habría ido por lo menos al doble, haciendo inviable el proyecto. De nuevo, las limitaciones: el precio que hay que pagar por ver algo así en pantalla grande implica necesariamente sacrificar material en aras del espectáculo, y seguramente, en aras de hacer una película más intensa y potente en una sola entrega, sin digresiones ni subtramas que casi con toda certeza solo valoraríamos los fans del libro original.
Sin embargo, y a pesar de estos reparos de no poca importancia, la película tiene grandes aciertos que cualquier fan agradecerá: la recreación de la sala de batallas de gravedad cero es soberbia (y las batallas en sí están muy bien recreadas, aunque me supieron a poco), los efectos visuales y sonoros están muy logrados y los actores principales sostienen la función con oficio y, en el caso de Asa Butterfield, con un enorme talento y un respeto al personaje tan complejo y esencial que interpreta, Ender, que han sobrepasado mis expectativas más optimistas. Y ver a Harrison Ford, eterno Han Solo, de nuevo en tareas espaciales es siempre algo digno de ver para alguien que, como es mi caso, ha crecido al calor de aquellas clásicas películas. A eso se añade un diseño de producción impecable, que recrea los escenarios de la novela con bastante fidelidad, y una banda sonora de Steve Jablonsky que es una delicia y, especialmente en los momentos épicos con su fastuoso tema principal, destaca por encima de la media en este tipo de superproducciones.
El Juego de Ender es, en definitiva, una película notable, entretenida y bien realizada en líneas generales, aunque muy lejos del sobresaliente que, en su propio código, alcanzaba la novela en que se basa. Seguramente los neófitos no terminen de entrar tanto en la trama como sí hacemos los conocedores de la novela, algo a lo que no contribuye un comienzo confuso y atolondrado que, eso sí, va ganando enteros conforme se avanza hacia un final bien resuelto. Es posible que muchos de los conceptos importantes de la novela y algunas situaciones clave hayan sido simplificadas en aras del tiempo limitado que impone el formato del cine, pero a cambio ofrece un espectáculo visual que alcanza cotas épicas y satisfará a los que quieran ver en ella un complemento a una historia que agradece la puesta al día, la difusión de una trama que, en cualquier caso, siempre merece la pena visitar de nuevo en su formato original.
1 comentario:
yo me quedé con la misma impresión, me ha gustado bastante, pero me ha faltado otra hora y pico de peli...
peeeero hay que mirarlo por el lado bueno, mucha gente ha salido del cine con la idea de comprar el libro y ampliar
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