Las
paredes del río reflejaban
brillos
de otras aguas y de otro viento,
rescoldos de la memoria sustento,
ondas que a cada salto recordaban.
Doble
círculo de vela era estrella
y
resplandor, luna y firmamento,
ecos
de otra luz y de otro aliento
donde
el recuerdo renace y centella.
Estrellas
de Griébal, oíd mi canto,
dejadme
contemplaros otra vez,
dejad
que reviva alegría y llanto,
oíd la
plegaria de madurez
que
elevo a la memoria de tantos:
conservad
siempre eterna su niñez.
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