martes, 9 de julio de 2013

Cinefórum (30): Star Trek Into Darkness


No debió ser fácil para J. J. Abrams, hace ahora cinco años, sacar adelante el proyecto de reflotar la moribunda franquicia de Star Trek. La presión de la comunidad fan eran inmensa, a pesar de que desde hacía lustros la saga galáctica más importante de la cultura popular (con permiso de Star Wars) andaba dando tumbos de mala manera, con series que no terminaban de cuajar y películas bastante lamentables. Y aunque seguramente muchos la dábamos por muerta antes de entrar al cine allá por 2009, lo cierto es que aquella nueva Star Trek nos convenció a la gran mayoría, hasta el punto de que, en mi modesta opinión, se trata de la mejor película de la saga que se ha hecho jamás. Era divertida, entretenida y estaba fenomenalmente hecha, al margen de lo cuestionable de dejarse llevar por esa moda de los reboots (o relanzamiento, e inglés), que consiste en coger una idea o historia ya contada y reformularla de nuevo, añadiendo ideas nuevas y ligeras modificaciones al modelo original que, no obstante, mantiene algunas constantes. Así, tenemos de nuevo al capitán Kirk y al vulcaniano Spock yendo de galaxia en galaxia a bordo de la Enterprise, pero interpretados por otros actores, con otras preocupaciones y nuevos desafíos. Para que nadie pusiera objeción alguna, Abrams metió en aquel proyecto a Leonard Nimoy, el Spock original, para darle algo de legitimidad al asunto. Y vaya si funcionó.

Quizá lo que más me gustó de aquella película era su guión, el modo en que estructuraba una historia con una introducción, nudo y desenlace claros, bien planteados y mejor resueltos. La relación entre Kirk y Spock se desarrollaba de una manera fluida, natural y divertida, con una tripulación plagada de aciertos de casting que rendía un sincero homenaje a la clásica plantilla de tripulantes de la Star Trek original. Aun con algún que otro matiz al villano Nero, que interpretaba un Eric Bana un poco desatado, recuerdo que las dos horas que duraba la cinta se me pasaron volando, de modo que cuando supe que había secuela a la vista aquel buen recuerdo me animó a volver a la sala. La primera película recaudó casi 390 millones en taquilla, y la secuela, que llegó el pasado fin de semana a los cines en España tras el estreno mundial de hace más o menos un mes, lleva recaudados ya 440 millones, así que viene precedida de un gran éxito internacional y del reconocimiento de una crítica que la ha alabado por ser una digna sucesora, dinámica y entretenida a partes iguales.

No obstante, conviene no dejarse llevar por el entusiasmo taquillero, que a fin de cuentas tampoco es signo de calidad de nada, y mucho menos por críticas que, en el mejor de los casos, me temo que no dicen toda la verdad sobre la película. Star Trek Into Darkness nos traslada a una época revuelta, de terroristas malvados y situaciones límite donde, por primera vez, buena parte de la acción transcurre en la Tierra. Y quizá la palabra acción sea la que mejor defina a esta cinta, porque por encima de trama, personajes y aventura, ideas siempre centrales en todo lo que tenga que ver con esta saga, aquí a Abrams le ha dado esa fiebre por el bigger, stronger, louder tan del gusto americano y así todo es más grande, más fuerte, más ruidoso. Quizá demasiado, a mi parecer. Más allá del extraño prólogo con que abre la cinta, todo gira en torno a la busca y captura de John Harrison (fenomenalmente interpretado por Benedict Cumberbatch, ese genial Sherlock que nadie debería perderse). Y si atendemos a los hechos principales de la trama, en realidad aquí ocurren muy pocas cosas. El problema es que, a diferencia de la película anterior, donde primaba más el gusto por la aventura, variedad de situaciones y humor, esta secuela insiste en escenas de acción alargadas en exceso, con tiros y explosiones a granel, volcanes en erupción, una innecesaria persecución aérea, un casi más innecesario ataque a los klingon (que pasaban por ahí, oiga) y aún más explosiones y más explosiones de un tercer acto alargado hasta el extremo. 

Hay golpes de humor, eso sí, casi todos ellos llevados por unos secundarios de una tripulación que a diferencia de la primera parte, aquí están muy desaprovechados (quizá con la excepción del para mí cansino Simon Pegg, un estrambótico Scottie al que creo que Abrams debería controlar un poco más). Sigue estando también el tira y afloja entre Kirk y Spock, con algunos diálogos para el recuerdo con Uhura, pero igualmente saben a poco. Y está el gran Cumberbatch para animar la función, claro, con esa fuerza que tiene en cada mirada, en cada plano que llena con una gran presencia física (no tanto de diálogo, que no da para mucho), pero me pregunto si todo eso es suficiente. La película es entretenida, eso nadie lo duda, pero es previsible y forzada hasta el extremo, lo que a veces provoca que escenas que supuestamente deben tener gran impacto en el espectador (como la mesiánica intervención de Kirk y su supuesto desenlace) se queden en agua de borrajas porque el espectador conoce de antemano cómo se va a resolver dicho problema y, por tanto, ni siente ni padece, por mucho guiño friki de dedos agrupados que se haga. 

En resumen, me dejó un sabor de boca agridulce esta cinta. Aun a pesar de mantener algunas virtudes y de tener aciertos puntuales, me pareció inferior a la primera parte, con falta de valor para cerrar realmente las tramas que abre y, por encima de todo, desequilibrada en su estructura y condicionada por una orientación bastante gratuita al estruendo que no le hace ningún favor.

Resulta complicado saber en qué dirección va a seguir la saga, toda vez que el director neoyorquino ha fichado para el séptimo episodio de la franquicia enemiga, Star Wars, que tiene estreno previsto para 2015 y que comenzará a rodarse en cuestión de meses. No parece descabellado un lapso de cuatro o cinco años, como ya ocurrió entre la primera y segunda parte de Star Trek, para ver la tercera entrega de las aventuras de Kirk y compañía, pero algo me da que esta es la última vez que Abrams se pone tras la cámara para investigar los misterios del espacio profundo. Y a aquellos que se quedaron tan tranquilos y aliviados cuando supieron que Star Wars caería en sus comerciales manos, entre los que no me cuento ni de lejos, les invito a que pasen y vean esta Into Darkness que uno al final ya no sabe muy bien qué es, pero que en cualquier caso dista mucho de los méritos de una saga que merecía un punto más de pausa y equilibrio en una historia distorsionada por el ruido y la furia.


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