lunes, 21 de enero de 2013

Ni más ni menos



Ayer tuve una conversación de esas que últimamente son tan frecuentes en nuestro país acerca de lo mal que va todo en general y la política en particular. Debo reconocer que experimenté casi en el mismo instante de comenzar una sensación de hartazgo, de saturación y hasta de rabia e impotencia que me duró hasta mucho después de terminada la charla, por estar siempre participando de la misma e inútil cantinela de la queja que no va a ningún lado.

Es verdad que todos los temas allí tratados eran como para clamar a este y a todos los cielos que haya. Sirvan de muestra un par de ejemplos bien diferentes, de entre los muchos que se trataron:  dos policías de Cerdanyola del Vallés graban un vídeo lleno de obscenidades, conducción temeraria e infracciones de tráfico mientras conducen su coche patrulla y el asunto queda finalmente en una suspensión de seis meses;  Luis Bárcenas, el tesorero a escala nacional del PP hasta 2009, se ha acogido a la ley de amnistía fiscal promulgada por su propio partido porque "había olvidado" declarar nada menos que 10 millones de euros que nadie sabe de dónde han salido, y que ha originado una verdadera avalancha de acusaciones de corrupción por parte del propio Bárcenas, que ha filtrado que desde hace años se producen pagos en negro en la misma cúpula del partido (y a saber qué más). Por supuesto, todo el mundo asegura que nadie sabía nada y que se va a investigar con todas las consecuencias, pero creo que todos estaremos bastante de acuerdo en que aquí no va a pasar absolutamente nada.

La indignación de mis amigos venía, y creo que con bastante razón, porque luego esos dos policías que salen en el vídeo chupando plátanos de manera bastante lasciva y dándose palmadas en el culo mientras conducen van a ser los encargados de vigilar el orden y la seguridad de las carreteras de su región, e incluso pondrán multas a quienes realicen actos similares o peores que esos mismos que ellos cometieron con total alegría y casi total impunidad. Del mismo modo, todos esos señores de traje y corbata que se declaran el colmo de la honradez y la transparencia pero que luego tienen cuentas en Suiza por valor de varios millones de euros saldrán día sí y día también a decirnos que en este país hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y que hay que hacer esfuerzos y ser responsables y austeros y abrocharse el cinturón (es decir, cobrar menos y trabajar más). "Manda huevos", terminó uno de mis amigos emulando a otro de esos señores de traje y corbata que, por cierto, también han tomado la genial idea de no limitar los sueldos de los directivos de las cajas de ahorro, después de todo lo que ha ocurrido.

Ya digo que, al margen de lo más o menos de acuerdo que pudiera estar con los motivos de la indignación colectiva, que lo estoy, lo que a mí me molestó en particular es que toda esta indignación luego se queda en agua de borrajas. Tras la charla cada uno se fue para su casa, ya desahogado como si hubiera resuelto alguno de esos gravísimos problemas, y aquí paz y después gloria. ¿Será posible que este país se conforme con la queja sin más, y que inmediatamente después del estupendo "qué vergüenza" no tome las calles y clame a esos mismos cielos haciendo unir sus voces a las de todos aquellos que comparten dicha indignación? ¿Será posible que cada vez que explote un escándalo como estos, que debería abochornarnos a todos, nos parezca fenomenal dar la callada por respuesta y a otra cosa? 

No nos engañemos, ni nos vistamos ahora de embajadores de la moral popular ante los desmanes de unos líderes ineptos o corruptos, que no sé qué es peor. En España reina una mentalidad subdesarrollada a nivel ético y moral a todos los niveles, que contempla con indulgencia actitudes como la de esos dos policías que en cualquier país con dos dedos de frente serían ya ciudadanos de a pie y punto pero que aquí los vemos como unos cachondos, o que mira para otro lado o echa balones fuera ante un escándalo de corrupción a nivel nacional del partido político más importante de este país (en cuanto a mayorías absolutas autonómicas y nacionales, me refiero), porque aquí el que más y el que menos también se agarraría un sobrecito de esos si pudiera (otra cosa bien distinta es que pueda, claro).

Lo triste de todo esto es que un país que tuviera ciudadanos que participasen realmente en la configuración de su realidad social estaría ahora mismo ardiendo, literalmente, y exigiendo responsabilidades, cumplimientos de programas políticos y la aplicación de una justicia que cada día es más evidente que no es igual para todos; un país de siervos como el que tenemos, sin embargo, aguanta el chaparrón sin más y hace como que no ve, como que no oye, como que no siente, como si realmente esto no fuera con él. Sé que es demoledor y derrotista pensar así, y ojalá la realidad y los hechos futuros me demuestren lo equivocado que estoy, pero en este país nos va como nos va porque, por mucho que nos duela admitirlo, tenemos lo que nos merecemos. Ni más ni menos.

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