lunes, 5 de mayo de 2014

El canon galáctico


Del mismo modo que hoy día todo y todos tienen su momento especial del año, los frikis del mundo tienen el 4 de mayo como una de sus más queridas efemérides. Todo ello se debe a que en este mes es cuando suelen congregarse todo tipo de eventos relacionados con Star Wars, a lo que contribuye un excepcional juego de palabras para reforzar tan señalada ocasión: May the 4th, en inglés, remedando el May the force be with you (que la fuerza te acompañe). Y como no podía ser menos en el cortijo del tío Lucas, las novedades de este año en el universo galáctico han sido para troncharse.

Y es que resulta que, metidos en faena con la producción del futuro Episodio VII, sus responsables, con la nueva jefa de todo Kathlen Kennedy a la cabeza, han salido a la palestra para hacer una revelación de enormes consecuencias (dentro del limitado mundo friki, entiéndase): "A partir de ahora, todo lo que no aparezca directamente en las películas oficiales de la saga no es canon dentro de Star Wars". Y se han quedado tan anchos.

Es decir, que tras décadas de soportar un bombardeo cósmico de novelas, cómics, series de televisión, especiales de Navidad, videojuegos y todo tipo de explotación comercial imaginable en torno a las películas, desentrañando con todo tipo de argucias, a cual más forzada y lamentable, los entresijos que a nadie le importaban acerca del pasado, presente y futuro de los personajes clásicos, el mal llamado universo expandido resulta que ya no vale absolutamente nada. ¿Que Han y Leia tuvieron hijos? Ya no. ¿Que Luke se casó y también tuvo su retoño correspondiente? Para nada. ¿Que el imperio tardó aún años en caer y sirvió de excusa perfecta para cien millones de lucrativas aventuras más? Ni de broma. Todo lo que no coincida exactamente con lo que las próximas películas van a contar, no es historia oficial, no cuenta, no vale, no sirve. Y punto.

Cuando yo era bastante más seguidor de Star Wars que ahora, es decir, antes de las precuelas infames, tuve la desgracia de que cayera en mis manos la primera novela de una trilogía con Han Solo como protagonista. Aquella cosa tenía como objetivo relatar las aventuras del contrabandista desde su infancia en Corellia, su paso por el ejército imperial y, finalmente, su encuentro con Chewbacca y su conversión en la figura que luego conoceríamos en las películas. Lógicamente, ni a nivel literario ni narrativo valía nada, pero al menos me entretuvo un rato. Más prudencia tuve a la hora de abstenerme de la saturación constante, y generalmente de muy dudosa calidad, que siguió después de aquello, quizá con la excepción de unos videojuegos que, muy en la línea del resto, han tocado fondos insospechados que harían sonrojar de vergüenza a más de uno y que, precisamente, tienen a Han Solo bailando una danza nada viril a lo John Travolta en plena sala de congelación en Bespin. De traca.


Digo esto porque, ciertamente, que el universo expandido haya sido borrado de la faz del canon galáctico me importa bastante poco. Más interesante me parece el modo en que toda la gente que ha ido gestionando los derechos de la franquicia se las han apañado para sacarle al personal hasta el último dólar o euro para colmar sus ansias de Star Wars, en la forma física o digital que fuera. Cuando George Lucas decidió vender los derechos de la saga para su posterior explotación comercial parecía lógico pensar que no tenía intención seria de hacer más películas en esa franja temporal, motivo por el cual no debió importarle demasiado la confusa, atropellada y llena de errores línea genética que se inicia a partir de los héroes, con hijos, nietos y tataranietos de Han, Luke y Leia, o que se inventaran desastres como clonar a un emperador que se podía reencarnar en otros cuerpos (como lo oyen), resucitar a personajes que claramente habían muerto, como Boba Fett, o cargarse a otros de las maneras más pedestres, como hacían con el pobre Chewbacca, al que sepultaba un planeta entero en no sé qué triste novela.


Kennedy justifica su decisión para no "limitar" la "creatividad" de los guionistas de los nuevos episodios. Ya. Después de conocer el reparto del Episodio VII, donde a los clásicos Harrison Ford, Carrie Fisher y Mark Hamill se unen gente tan insospechada como Andy Serkis, Max von Sydow, Oscar Isaac o Domhnall Gleeson, comienzo a tener la sospecha de que esto es una máquina que va cuesta abajo y sin frenos. J.J.Abrams ya hizo un auténtico estropicio con el canon de Star Trek, con aquel embolado de universos paralelos donde un octogenario Spock aparece cuando más conviene para darnos la charla exculpatoria de turno, de modo que no me quiero ni imaginar lo que podría haber hecho de haberse mantenido el canon del universo expandido. Quizá, con buen criterio, los gerentes de Lucasfilm han decidido dar carpetazo a aquel totum revolutum y, al menos, liberar a Lawrence Kasdan para hacer un guión que no esté constreñido por clones, falsas muertes y una sucesión de personajes sin ningún tipo de interés o de carisma.

A la espera de en qué se convierte todo esto, el 4 de mayo ha traído para los aún acérrimos fans de la galaxia una de cal y otra de arena. Saber que vuelven actores tan queridos es una alegría, con la velada cautela de ver qué hacen las nuevas incorporaciones o cómo van encajando en un casting del que, sinceramente, sabemos todavía muy poco en cuanto a qué tipo de personajes nos vamos a encontrar. Por otro lado, la destrucción del universo expandido ha sido recibida con críticas en todas partes, salvo por aquellos que, como el que esto escribe, nunca le dieron valor alguno a aquel torrente de descarado comercio galáctico. Todo sea por el canon.


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