sábado, 24 de mayo de 2014

La serie del mes (15): Hannibal


Para todos los seguidores de Haníbal Lecter, alias "el Caníbal", la noticia de que sus habituales productores estaban a punto de hacer una serie que reelaboraría el material de las novelas originales de Thomas Harris nos resultó sin duda sorprendente, más que nada por lo inesperado del momento. Tras más de veinte años de explotación (o sobreexplotación, más bien) de la saga, muchos teníamos la sensación de que ya no quedaba absolutamente nada que contar acerca del que quizá sea el asesino más famoso en el mundo de la ficción, ya sea literaria o cinematográfica. Pero lo cierto es que estábamos equivocados. 

La idea de la familia De Laurentiis no era contar de nuevo los acontecimientos de El Dragón Rojo, El silencio de los corderos o Hannibal tal y como los conocemos, sino más bien adaptarlos a un nuevo universo, más contemporáneo, con un filtro particular sorprendente, original y fresco que su principal responsable, Bryan Fuller, pensaba que podía darse a este macabro universo. Nuevos actores, nuevos guionistas y nuevos directores serían los encargados de insuflar aires nuevos a un espacio que, francamente, olía a cerrado.

Y es que quizá con la excepción de la magnífica adaptación de El silencio de los corderos (1991), que con tanta brillantez dirigió Jonathan Demme y con tanto acierto protagonizaron Anthony Hopkins y Jodie Foster, hay que admitir que al resto de la producción cinematográfica (y literaria, si se me permite) le ha sido imposible alcanzar ese nivel de excelencia. Ni las dos películas siguientes de la supuesta trilogía, también con Hopkins en el papel principal pero mucho menos acierto en todo lo demás, como ese bodrio llamado Hannibal Rising (2007) estuvieron a la altura de lo esperado. Es cierto que tanto Hannibal (Ridley Scott, 2001) como, en menor medida, El Dragón Rojo (Bret Rattner, 2003) tenían buenos momentos, pero en ningún momento alcanzaron el poderío visual, el torrente interpretativo o la tensión del filme de Demme, lo que rebajó el entusiasmo de los fans hasta casi hacerlo desaparecer. 

Tanto los productores de la serie como Bryan Fuller sabían que lo primero de todo era encontrar a alguien capaz de hacer olvidar, aunque fuera mínimamente, a Anthony Hopkins como el calculador, metódico e inmisericorde doctor Lecter. La elección de Mads Mikkelsen fue bienvenida por la contrastada calidad del intérprete, así como por su camaleónica capacidad para enfrentarse a todo tipo de papeles. Lo que nadie esperaba es que el resultado final fuera tan espectacular: Mikkelsen se transforma en Hannibal desde su primera aparición, lo hace suyo y le aporta un toque de elegancia y frialdad aún mayor, aupado por un físico más apropiado para las escenas de acción que el de Hopkins, de quien no obstante es imposible olvidar su inmenso talento como actor. Por mucho que se esfuerza, Mikkelsen no supera la absoluta maldad que irradian los ojos del actor británico en cada escena de la celda de cristal de su primera e inolvidable película, y la extraordinaria dicción al decir las abominaciones más inimaginables. Aun así, es suficiente como para sostener la serie, aportar una gran intensidad a cada una de sus magníficas escenas y dar alas a la creatividad de los guionistas para ir siempre un paso por delante del espectador. 

Más dudas despertó Hug Dancy como Will Graham, el detective que logró capturar al asesino en las novelas de Harris. Se le conocía únicamente por apariciones esporádicas en pequeños papeles, pero hay que reconocer que su trabajo ha sido tan sobresaliente como el de su compañero de reparto: frágil y atormentado, psicológicamente inestable, brillante como nadie a la hora de colocarse en la mente de los asesinos, Dancy ha sabido crear un agente Graham muy distinto al de las novelas de Harris pero con el que el espectador es capaz de empatizar ante la inmensa amenaza del caníbal. Tan soberbio es su papel que resulta complicado establecer cuál de los dos tiene más protagonismo o importancia en una trama que ha pivotado constantemente sobre ambos a lo largo de sus dos magníficas temporadas (la cadena NBC la ha renovado por una tercera). Laurence Fishburne completa el casting principal como el agente del FBI Jack Crawford, aportando toda su solidez de primer espada, así como la habitual solvencia y calidad a la que nos tiene acostumbrados tras tantos años en el candelero.

En cualquier caso, y al margen de su excepcional reparto, Hannibal está lleno de aciertos. El diseño de producción de la serie es soberbio, así como su banda sonora, su fotografía y, muy especialmente, un apartado de montaje y efectos visuales que elevan la serie muy por encima de la media. Cada capítulo, titulado según los más exquisitos menús de la gastronomía francesa o japonesa, está plagado de secuencias memorables, de una carga poética y onírica como nunca antes se había visto en este tipo de producciones. A pesar de lo que puede parecer dado su alto contenido en sangre y vísceras, que la hacen poco apta para todo tipo de públicos, la serie cuenta con un buen gusto incuestionable a la hora de mostrar toda la carnicería. Las secuencias en que el doctor Lecter cocina tranquilamente a sus víctimas están resueltas de forma exquisita, si se me permite el juego de palabras, y la presentación de los platos, la explicación y los dobles sentidos resultan tan adecuados como ingeniosos. Todo un golpe de humor negro para una serie que se beneficia de ello enormemente, así como de una estructura que en la primera temporada tiende a lo procedimental (más o menos un caso por capítulo), donde tanto Graham como Lecter asisten al FBI en calidad de consultores, mientras que la segunda se centra plenamente en el duelo entre ambos, toda vez que el agente descubre la verdadera identidad de su enemigo.

La serie basa su fuerza en el poder de sus imágenes. El sadismo de las mutilaciones en cada asesinato parece no conocer límites y siempre consigue superar nuestras expectativas, pero todo se muestra sin regodeo, sin una atención excesiva a lo macabro. Lo interesante de los crímenes es la psicología del asesino, el estudio del "diseño" que le ha llevado a crear cada escena del crimen del mismo modo que un artista crea una obra de arte. En este sentido la fidelidad a las novelas de Harris es total, donde se hacía especial hincapié en este concepto del asesino como creador de patrones. Las secuencias en que Will se introduce en los recovecos de su mente para dar con el método empleado en cada asesinato son sencillamente antológicas, con una reconstrucción que combina la voz, la imagen y el sonido de un modo asombroso, hasta el punto de que se han convertido, junto con las visiones del propio Will, en una de las señas de identidad de la serie.

Intriga, suspense, thriller psicológico y, en menor medida, acción, son los principales ingredientes de un menú que también contempla el canibalismo, el gore o el núcleo básico de las historias de detectives como salsa y aderezo. Todo ello, claro, cocinado por la sabia mano de un chef capaz de sacar lo mejor de cada actor, de cada director y de cada secuencia. 

Y es que Bryan Fuller merece completo crédito por la creación y recreación de un universo que creíamos conocer y al que ha sabido dar nuevos aires, al mismo tiempo que ha recreado personajes como el doctor Chilton (impagable, Raúl Esparza) o ha introducido otros nuevos, como la psicóloga que interpreta Gillian Anderson con esa mezcla de misterio y contundencia, y de la que tanto esperamos en temporadas venideras. Es evidente que los desarrolladores de Hannibal tienen un plan meticuloso en mente, y de ahí la sensación que transmite la serie de que todo funciona como el mejor reloj suizo. Así, las tres primeras temporadas están destinadas a contenidos totalmente originales, por más que haya ecos ya conocidos, como Mason Verger y toda su trama de cerditos de por medio (fenomenal, por cierto, Michael Pitt como el sádico millonario). La idea de Fuller es destinar las siguientes tres temporadas a los libros de Harris, dejando una séptima y última para la resolución de toda la trama, que lógicamente no tiene correspondencia con material original alguno, ya que tanto la novela como la película Hannibal dejaba todo en el aire.

Hannibal, la serie, se ha convertido con derecho propio en una de las mejores opciones dentro del panorama de la intriga para adultos. Es inteligente, con un desarrollo sin concesiones y en absoluto movida por tendencias, audiencias o modas (la serie está totalmente financiada por sus productores, que luego la venden a NBC para que solo obtenga beneficios y no dependa del beneplácito del público), y está protagonizada por unos actores en estado de gracia. Y si hasta ahora las dos temporadas existentes han demostrado un nivel soberbio, lo cierto es que lo mejor está todavía por llegar, con la entrada en escena de personajes memorables como el Dragón Rojo o Clarice Starling. Así pues, y parafraseando al bueno del doctor Lecter, pasen al salón: la cena está servida y el vino respira en la copa. Bon appetit.


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