martes, 24 de julio de 2012

Al pan, pan y al vino, vino




La lengua permite a sus hablantes giros o vías alternativas para expresar una serie de ideas, conceptos o realidades que, por su naturaleza polémica, indecorosa o conflictiva resultan incómodas. A este tipo de ámbitos se lo considera tabú y es necesario, por tanto, una capa de maquillaje lingüística para hacerlo más digerible llamada eufemismo, que el DRAE define como “Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”.

Así, por ejemplo, hablamos de “material para adultos” en lugar de “pornografía” o de “persona con capacidades especiales” en lugar de “discapacitado” (que a su vez fue hace tiempo eufemismo para “retrasado”); decimos que alguien tiene una “constitución grande” en lugar de decir que está “gordo”, que “es mayor” (viejo) o “de color” (negro), y en el colmo de los colmos, se ha llegado a hablar de “jardines de paz” en lugar de decir “cementerios”.

Vaya por delante que siempre he estado en contra de emplear estos términos eufemísticos, por considerar que esa capa de maquillaje muchas veces excede sus funciones para enmascarar la realidad y hacerla pasar no ya por una versión más ligera de la misma, sino directamente por otra muy distinta. Por eso, mi indignación no deja de crecer desde que nuestro presidente del gobierno anunció en su investidura que llamaría a las cosas por su nombre, prometiendo “decir siempre la verdad, aunque duela, sin adornos y sin excusas: al pan, pan, y al vino, vino”, porque después tanto él como sus ministros se han dedicado a desmentir tal propósito de una manera implacable, siempre con el fiel apoyo de su caverna mediática, claro.

Hay tantos ejemplos que podríamos llenar varios libros. Y sí, sé que muchos opinan que aquí el rey de este arte del eufemismo es ZP con su famosa “desaceleración económica”, empeñado como estaba en no llamar a la crisis por su nombre. Yo no entiendo aquí de partidos, solo me limito a recoger los siguientes diez ejemplos para que los lectores reflexionen, que es lo que parece que aquí nadie quiere que hagamos (y aquí meto a partidos, sindicatos, la Merkel y a todo el que se ponga por delante).

1.- Crisis / Recesión: tanto que se dijo en su momento de ZP y, mira por donde, que incurrimos en el mismo (y gravísimo) error. Aquí valen tanto eufemismos delirantes y absolutamente intolerables desde cualquier punto de vista lógico (como la famosa “tasa negativa de crecimiento económico”), como metáforas dignas de Félix Rodríguez de la Fuente, como aquella de González Pons acerca de las manadas de leonas y las débiles gacelas. Así, también está muy de moda expresiones metafóricas del tipo “con la que está cayendo”, “estamos al borde del hoyo/abismo/barranco”, etc.

2.- Recortes: esta palabra ocupa el segundo puesto por su especial relevancia dentro de la crisis, por ser la herramienta principal de los gobernantes para tratar de encontrar algo de orden en el caos reinante. Claro, esto provoca escozor hasta en el más pintado, de modo que el gobierno se ha dedicado a indagar bien en el diccionario, y así no mencionan jamás esta palabra, sino que hablan de “ajustes”, “propuestas de mejora”, “medidas de reordenación” y, especialmente, de “reformas”. Todo, insisto, con tal de que no tengamos en mente el hacha o la tijera, que tanto da.

3.- Subidas de impuestos: Con diferencia, la más controvertida de todas las “propuestas de mejora”. La del IRPF es de antología del disparate, en boca del ministro Montoro: “recargo temporal de solidaridad”. También se han referido a ella como una “subida temporal que se centra en los principios de justicia y equidad”. Respecto a la subida del IVA, es una “subida de impuestos indirectos en términos hacendísticos” que implica, obviamente, una “modificación de la estructura impositiva”. ¿Queda claro o no?

4.- Reforma laboral: En realidad el gobierno sí utiliza esta expresión, pero todo lo que se deriva de ella goza de un tratamiento eufemístico como jamás se ha visto. Luego detallaremos el abaratamiento del despido, pero vaya por delante que para Rajoy y compañía esta reforma supone una “flexibilización de las condiciones para evitar el despido”. Es decir, justo lo contrario de lo que todo el mundo piensa al mirar con detalle el contenido de la reforma. Pero claro, igual es que no sabemos leer.

5.- Abaratamiento del despido: Una de las medidas estrella de la nunca suficientemente alabada reforma laboral. Con gran sagacidad, Rajoy la definió a la inversa porque, según sus palabras, lo que se pretende es “promover que el contrato indefinido sea la regla general” y “flexibilizar el mercado laboral”. Por supuesto, al despido libre empresarial nuestros gobernantes lo llaman “mecanismos efectivos de flexibilidad interna de las empresas”. Por cierto, ahora los empresarios ya no son tales, sino “emprendedores”, que suena mucho mejor.

6.- Amnistía fiscal: Esta genial idea, que ya en su momento propuso el PSOE con feroz oposición de los que ahora la llevan a buen puerto, consiste en perdonar un 90% del dinero defraudado a los que en este país, y son unos cuantos, se dedican a estafar al estado. Bueno, pues a semejante despropósito el señor Montoro lo llamó “ley de regularización de activos ocultos”, negando una y otra vez que fuera una amnistía fiscal. De escándalo.

7.- Rescate financiero: Después de la gloriosa gestión de los bancos españoles, con la excelsa Bankia a la cabeza, nuestro líder obtuvo un rescate europeo de miles de millones de euros que, por supuesto, no era tal: se trataba de una “apertura de una línea de crédito”, o de un “plan global de saneamiento para la recapitalización de los bancos”, e incluso en palabras del inefable Guindos, de un “préstamo en condiciones favorables para la banca”. Pues eso.

8.- Privatización: Esto de la “tasa de crecimiento negativo” les viene de perlas a nuestros muchachos para poner en práctica sus magníficos planes para que las empresas públicas españolas conozcan las múltiples cualidades de la “liberalización”, “flexibilidad de gestión”, “entrada de nuevos operadores”, etc. Todo, como decía González Pons, para que las empresas vuelvan a ser de los españoles. El caso de TVE es bien ejemplar. No se trata de una privatización, claro que no, sino de un “nuevo modelo de gestión de la televisión pública”. Y ya, de las “colaboraciones público-privadas” en vez de reconocer que se están haciendo concesiones a empresas privadas, qué decir.

9.- Subida del precio del transporte público: También conocido como el “tarifazo de Aguirre” (por supuesto, término este plagado de masonismo), nuestra genial lideresa tuvo a bien aumentar entre un 50% y un 90% los precios de metro, tren y autobús, con diferentes tarifas según el número de estaciones del viaje en cuestión. A la pregunta de por qué semejante subida ella negó la mayor y dijo que se trataba de una “modificación tarifaria” que los madrileños, claro, asumieron encantados de “arrimar el hombro”, “apretarse el cinturón” y demás frases críticas para la historia.

10.- Recortes en sanidad y educación: dejo para el final este ámbito para que luego no digan que siempre barro para casa. A los recortes sanitarios se les llama “copago progresivo de los medicamentos” o “ticket moderador sanitario”, en el caso de Cataluña. Por su parte, los centros educativos concertados son ahora, por arte de magia, una “oferta de iniciativa social”, mientras que a la subida de las tasas universitarias, que han aumentado una barbaridad, se la llama ahora “defensa de la igualdad de oportunidades” para “estimular el esfuerzo académico”.

Como digo, lo peor de toda esta situación es que el eufemismo deviene con el tiempo en abierta contradicción con la realidad. A este propósito cito a Ana Mato, que dijo que “las propuestas de moderación” en sanidad se hacían “para que continúe siendo gratuita y universal”, aunque dichas propuestas dejaran fuera a más de un colectivo, como los jubilados o los enfermos, por mucho que Mato se empeñara en afirmar que se estaba “protegiendo a los colectivos más vulnerables”. Decir que con la congelación salarial se busca la “mejora de la competitividad”, que se sube la luz y el gas “para que resulten más baratas” o que hacemos punto por punto todo lo que nos dice Merkel pero que “nuestra soberanía nacional está intacta” significa que o bien nuestros gobernantes piensan que somos imbéciles o, peor aún, les da igual que nos demos cuenta de sus mentiras. 

Y a todo esto, la prima de riesgo en 642 puntos. Qué pena que para eso no podamos decir algo así como que “el diferencial con el bono alemán está experimentando un descenso positivo que nos lleva a un escenario inédito en nuestra economía”. Y no quiero dar ideas, que conste.




No hay comentarios: