viernes, 19 de agosto de 2011

Leyenda revisitada (parte II)

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Centrándonos ya en el juego, este análisis debería responder a varias cuestiones importantes y dejar a un lado emotividades y nostalgias, que en definitiva no van a ningún lado. Vamos con la primera duda que, por lo menos a mí, me asaltó nada más conocer la noticia. ¿Merece la pena comprar un juego, 13 años después de su lanzamiento, que ha sido reeditado y que se encuentra disponible a través de internet, parches en ordenadores y un larguísimo etcétera?

La respuesta es un contundente “sí”. Es cierto que, en esencia, el juego es el mismo. Cualquiera que haya jugado a Ocarina of Time en su versión de Nintendo 64 no va a encontrarse ni UNA sola sorpresa en su modo de juego principal, al menos en lo que al sistema de juego y objetos se refiere. Todo está exactamente igual que como lo recordamos, y los personajes nos van a decir lo mismo (aunque esta vez en perfecto castellano, cuidado). Y esto, de entrada, puede suponer una pequeña decepción para los jugadores más veteranos, pero no debemos olvidar que este juego va dirigido a conquistar a una nueva generación de jóvenes jugones (y quizá eso explicaría lo de la repetitividad de la saga, que comentamos anteriormente).

Ahora bien, como se puede apreciar en las imágenes de la entrada, la diferencia técnica es más que notable, sobresaliente. Yo pensaba que Ocarina of Time era un prodigio técnico hasta que, como señalaba anteriormente, puse el disco extra en mi gamecube y me dieron ganas de llorar. ¿Por qué mi memoria había borrado aquellos efectos gráficos tan pobres, esos polígonos tan simplotes, esa paleta de colores tan oscura?

La versión de 3DS corrige, mejora y aumenta todos los desfases técnicos entre 1998 y 2011, completando un apartado técnico que, ahora sí, da lo que promete. Ya no hay más gráficos prerrenderizados en habitaciones o determinados escenarios del juego: aquí la cámara en tres dimensiones lo envuelve todo. Ya se acabó ese Link paupérrimo, tanto en su versión infantil como adulta: ahora su pelo parece pelo y no un casco, y sus expresiones son más creíbles. Todo en el juego luce de una manera espectacular, con atención especial al mercado de Hyrule, que ahora no parece en ruinas, y al interior de tiendas, casas e interiores, como el rancho Lon-Lon, que da gusto verlo y está lleno de detalles microscópicos (atención a los pósters y cuadros de las paredes, llenos de secretos).
El remozado gráfico es tan apabullante que, por un momento, bloquea la vista. Y no me refiero al efecto en 3-D, que es una barbaridad y hace que el juego sea sencillamente asombroso, con mención honorífica para la vista en primera persona: al mover la consola ésta imita los movimientos de la cabeza del personaje, como si pudiéramos “ver” lo que él ve en espacio y tiempo real: es sencillamente genial.

Más cambios: en la anterior versión había situaciones especialmente fastidiosas, como el cambio de equipación (trajes, armas, las p…. botas de hierro en el “dichoso” templo del agua). Bueno, pues todo eso se olvida de golpe y porrazo gracias a la pantalla táctil, que elimina toda molesta señal de la pantalla de juego, que queda diáfana, para dejar los menús en la pantalla de abajo, donde con un simple toque del puntero o del dedo pasamos a ver a Link equipado como queramos, así como consultar los mapas o el estado de la búsqueda. Ahora es todo más fácil, más intuitivo, más cómodo.

.Seguimos con las correcciones: yo por lo menos extrañaba luchar contra los jefes finales una vez vencidos, porque son los momentos más divertidos del juego. En la anterior versión sólo te podías enfrentar a ellos una vez, y si querías volver a hacerlo habías de empezar otra partida (y eso, en un juego de más de 50 horas de duración, es mucho decir). Bueno, pues dicho y hecho: ahora hay un modo “jefe”, donde puedes enfrentarte a ellos en serie o por separado. (Por cierto, yo el modo en serie del Master Quest todavía no lo he conseguido, porque tiene una dificultad extrema y te matan simplemente con tocarte una vez: nunca el dragón del templo del fuego había despertado tanto odio en mi interior...).
Y hablando de dificultad, el plato fuerte. Si la experiencia en el modo normal es grandiosa, qué decir del Master Quest. Ahora esto sí es apetecible porque, al margen del salto técnico, todo lo que aparece en el juego está invertido gracias al famoso modo espejo, que hace que los que nos conocíamos el mapa anterior hasta el dedillo ahora nos volvamos locos con las referencias cambiadas. Eso, y la nueva distribución y mayor número y variedad de enemigos en las mazmorras, además del doble de daño causado, aporta un plus de interés para el que creía que ya lo había visto todo. Una gozada.

Cualquiera que se enfrente a este juego, ya por fin sin el lastre del prejuicio por el desfase técnico, y no sea capaz de disfrutarlo y de rendirse a sus pies, tiene un serio problema que consultar con su médico. Yo llevo todo el verano jugando y hasta hoy, que he completado ambos modos al 100%, no he podido parar. Y mira que me lo habré pasado veces (y las que me quedan)…

Zelda: Ocarina of Time 3D ha hecho algo que parecía imposible: mejorar una leyenda, hacer que parezca que siempre tuvo que ser de este modo, y no de otro. No se trata de una simple conversión, es LA conversión de un clásico antiguo en un clásico moderno porque va más allá del fabuloso apartado técnico, y mejora unas prestaciones de jugabilidad que ya en su momento parecían inigualables. No hay ahora mismo nada semejante en el mercado, y supone la consagración definitiva de un título que deja en paños menores (ahora sí) a todos sus sucesores, legítimos o no, que seguirán otros 13 años intentando emular una fórmula simplemente irrepetible.


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