viernes, 19 de diciembre de 2008

Sí podíamos, después de todo.


El otro día asistí a una charla en la que un “experto” en agitar conciencias trató ante un público demasiado joven (y por tanto, maleable) temas tan dispares como la globalización, el comercio justo, consumo responsable y hasta el reciclaje. Entre otras lindezas, dijo que encontrar trabajo en Estados Unidos era “imposible”, a pesar de lo cual se trata de la “mayor democracia mundial”, un ejemplo de consenso y derechos civiles que las demás potencias trataban en vano de imitar.

Son demasiados disparates para comentarlos uno por uno (lo del trabajo no merece la pena ni mentarlo), pero quizá la que más me dolió, por lo sangrante, fue aquello de la “mayor democracia mundial”. Un país que vive a la sombra de unos más que dudosos resultados electorales (en 2004, con Bush II a la cabeza), que tiene en su haber unas cuantas guerras recientes por petróleo (por lo visto algunas democracias se miden en barriles, no en votos), y que encima presume de una de las mayores infamias del mundo contemporáneo como es la prisión de Guantánamo, difícilmente podría yo calificarla de “mayor” en nada que no sea la desvergüenza, el descrédito, la miseria moral y la ausencia de valores.

Traté de expresar mi opinión ante nuestro magno orador, pero éste rápidamente tachó mis argumentos de falsos y pasó a otro asunto, llevando su exposición de una forma tan dirigida como manipuladora. Cada pregunta, siempre para ser respondida con un sí o no, era en realidad un pretexto para seguir con su charla, sin entrar en debates o dar cabida a todo aquello que no fuera asentir como un borrego ante asertos tan espectaculares como los ya mencionados. La complicidad de un público aburrido de tanta perorata hizo que renunciase a toda posibilidad de salir de aquel entuerto, y me dediqué a contemplar imágenes que Cicerón había traído sobre Guantánamo.

Acabo de saber que el gabinete de Obama planea cerrar dicha base en un plazo de dos años. Poco después sacará a las tropas de Irak, y ambas empresas van a suponerle un enorme desgaste, en un país tan paranoico como aficionado al rifle y al gatillo fácil. Sin embargo, es un empeño merecedor de todo mi respeto, aquel que aún le regateaba cuando las masas se exaltaban a su alrededor en época electoral. Recuerdo haber tenido debates, tanto en su época de primarias como en su paseo ante McCain, acerca de si en realidad Obama podría llevar a cabo el tan manido cambio, que fue su eslogan durante toda la campaña.

No hay duda de que Cicerón no le duraría a Obama ni medio minuto en un debate real (uno que no controlase y pudiese, por tanto, manipular a su antojo), y que sus cualidades retóricas superan con creces a sus adversarios reales. Ahora bien, detrás de todas esas lindas frases, ¿había realmente una voluntad de cambio? ¿Se podía “distribuir la riqueza”, como llegó a afirmar? ¿Iba a tocar siquiera el odioso sistema sanitario americano? ¿Y qué pasaba con Irak o Guantánamo, temas por los que siempre pasaba de puntillas o, a lo sumo, con frases enigmáticas más propias de un oráculo que de un político?

Parece que estaba yo equivocado y que, en efecto, hay en este hombre una verdadera voluntad de cambio. Que sea considerado el personaje del año en medio mundo no es casual, y noticias como éstas animan a que más de uno, como un servidor, recupere algo de fe en el género humano. Es posible que Estados Unidos no sea perfecto, pero qué duda cabe de que si Obama es capaz de cumplir un 10% de sus promesas electorales, estará en condiciones de ser el referente que a muchos nos gustaría que fuera, un modelo de justicia y democracia que le permitiera ser mediador internacional y no un vulgar matón de barrio, que es en lo que lo ha convertido la penosa administración Bush.

Pensaba en todo esto mientras Cicerón recibía una salva de inmerecidos aplausos, ya al final de su monólogo, y sonreí para mis adentros, pensando que aquella insulsa vanidad se estaba reafirmando en la indiferencia de un respetable a punto de fenecer de puro sopor. Todo lo contrario que el “poeta de la tribuna”, que afirmó un analista político sobre Obama, quien ahora mismo está llevando a cabo acciones que hacen aún más bellas sus palabras.

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