lunes, 20 de octubre de 2008

Opiniones disparatadas.




“Tienes que respetar las opiniones de los demás”, solía decirle siempre Celia a su hijo Manuel, que por entonces tenía siete años. Y él no lo entendía.
- ¿Qué pasa si esa opinión es una tontería, mamá? ¿Tengo que respetarla también?
- Así es, hijo. Todo el mundo merece que se respete su opinión, por disparatada que te pueda parecer a ti.
Manuel no lo tenía nada claro, así que se fue a consultar en el diccionario la palabra “respeto”, y encontró esto:
Respeto: 1. m. Veneración, acatamiento que se hace a alguien.
Al día siguiente, Manuel fue a la escuela y oyó que uno de sus compañeros decía que el Madrid había jugado de pena contra el Atlético. Él no estaba de acuerdo, pero como tenía que respetar la opinión, se puso de rodillas y comenzó a alzar y a bajar los brazos en señal de veneración.
- Pero, ¿se puede saber qué estás haciendo? –le preguntó el otro niño, asombrado.
- Pues qué va a ser: respeto tus tonterías.


Al otro niño le sentó tan mal aquello que se lo tomó como una ofensa, y esa misma tarde Manuel regresó a su casa con un moratón en el ojo. Cuando le explicó lo ocurrido a su madre, ella le dijo:
- Es que te has equivocado de significado, hijo. Anda, ve y busca otro mejor.
Y allá que se fue Manuel, que esta vez leyó lo siguiente:
Respeto: 2. m. Miramiento, consideración, deferencia.
Y por si acaso, miró otro de los significados para asegurarse, y leyó:
Respeto: 3.
m. miedo (recelo).
Esa misma noche, aprovechó la cena que tenían con sus abuelos para poner en práctica su nueva información. Cuando el abuelo dijo que la vida estaba cada día más cara, Manuel comenzó a mirarlo con mucho detenimiento, de una forma tan intensa que la familia entera se quedó callada. Después Manuel se escondió debajo de la mesa, y comenzó a temblar y a dar unos gritos horribles:
- ¡Dios mío, lo que dice el abuelo! –gritaba, como loco- ¡Es para morirse de terror!
Al cabo de unos segundos, y sin entender nada, Celia se agachó y le preguntó:
- Pero hijo, ¿tú te encuentras bien?
- Claro que sí, mamá. Estaba respetando al abuelo, nada más.
Esa misma noche Manuel tuvo otra conversación con su madre, porque el abuelo había propuesto, antes de irse, que internasen al niño en un manicomio durante una buena temporada. Manuel enseñó a Celia el diccionario, para que su madre viera que él sólo intentaba respetar a la gente. Al verlo ella lo comprendió todo. Cerró el libro, lo miró fijamente y dijo:
- Cada palabra tiene muchos significados, Manuel. En el caso del respeto, es así de sencillo: tú respetas a otra persona cuando aceptas cómo es y sabes convivir con ella. Es lo que hacemos con las opiniones o con otras culturas, por ejemplo. También respetas a alguien cuando admiras lo que hace. Por eso se puede decir que los niños tienen mucho respeto por Rafa Nadal. Y, por otro lado, decimos que algo nos infunde respeto cuando nos preocupa lo que pueda pasar, por miedo o por desconocimiento. A mí me da mucho respeto conducir, porque ya sabes que se me da fatal y lo hago con mucho miedo. ¿Qué, te convence lo que te he dicho?

- Vale –dijo Manuel, echándose a reír-, te lo respetaré, pero sólo porque eres tú, ¿eh?

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