Vagando por las eras del olvido
erré el rumbo que una vez creí de hierro,
adoré a falsos ídolos del yerro
y me convertí en siervo compelido.
Creí que un mundo mejor era posible.
Fié mi suerte a mi empeño y mi talento
hasta crujir mis huesos el argento
de esa mirada de hiel impasible.
Hice todo cuanto estuvo a mi alcance,
entregué cuerpo y alma, risa y llanto
hasta quedar todo mi ser en trance.
Cenizas del fracaso y el quebranto
fueron nicho de tan triste balance,
onda eterna de eterno desencanto.
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