jueves, 29 de abril de 2010

"Fúrbol" hasta en la sopa

Menuda semanita mediática nos espera tras la derrota del Fútbol Club Barcelona en semifinales de la Copa de Europa. Entre el festivo bombo de unos (la prensa nacionalista madrileña) y el no menos estruendoso, en este caso amargo y rencoroso de los otros (los nacionalistas catalanes) creo que ya me he hartado del fútbol, y lo peor es que todo obedece a causas extradeportivas.

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Porque, en lo deportivo, el asunto no merece la menor consideración. Lo único que ha sucedido es que un equipo ha sido eliminado de dos competiciones con toda justicia (copa del Rey y de Europa), que su liderato en la liga se mantiene con una ventaja de un solo punto frente a un perseguidor que parece incansable, y que hay gente en Barcelona que teme que vayan a pasar de ganar 6 títulos a ganar 0 en un solo año. Y de ahí el pánico, y el ruido.

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Porque todo se reduce, en definitiva, a ruido, que es lo que llevan haciendo la prensa catalana y madrileña desde que el mundo es mundo, con su sensacionalismo barato, sus manipuladoras informaciones y sus malintencionados artículos y viñetas, un día tras otro. Qué lamentable resulta que estos periódicos deportivos sean la prensa más vendida y consultada en este país de analfabetos funcionales, qué triste que triunfe ese espíritu de tabloide y horrenda escritura que hace palidecer de infartos gramaticales a todo aquel que osa poner sus ojos sobre ella.

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Claro que todo esto sólo se entiende si se analiza con algo de calma a sus “artífices”, unos periodistas deportivos que son, con excepciones muy honrosas (Alfredo Relaño, Santiago Segurota, Miguel Rico y para de contar) gente con escasa formación cultural, lingüística y, lo peor de todo, deportiva. Su único recurso ante semejante panorama es la apelación al tópico, a la frase hecha y a la argumentación demagógica para ganarse a un público básicamente iletrado que, casi con toda seguridad, ni siquiera entenderá lo que lee (si es que lo lee, que me temo que tampoco).

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Digo prensa deportiva cuando, en realidad, debería decir futbolística. No hay más que comprobar el espacio que en este país se dedica en prensa, radio y televisión al fútbol frente a otros deportes (una relación de 90% a 10% ya se quedaría corta), para darse cuenta de que ni siquiera la cuestión es la afición desmedida al deporte. ¿Quién sabe en este país algo de atletismo o gimnasia en sus múltiples disciplinas, esgrima, halterofilia, esquí, natación, tiro, hípica o patinaje? En todas esas disciplinas tenemos grandes deportistas que merecerían mucha más atención que la enésima repetición de los goles, o los torpes balbuceos mentales de tal o cual futbolista al que se le pregunta hasta por la caída de la hoja, y cuando hasta eso ya no basta nos saturan con imágenes de las gradas de los estadios, con octogenarios que se sacan mocos o escupen sin rubor alguno, como si ello fuera el colmo de la noticia futbolera.

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Y lo siento, pero no me vale lo del baloncesto, el tenis o la fórmula 1. No, señor. Si en este país se habla de eso es única y exclusivamente porque tenemos referentes mundiales (Gasol, Nadal, Alonso), casos aislados que, cuando se jubilen, devolverán a esas disciplinas al cajón de los olvidados donde figura, sin ir más lejos, el golf (dejado de la mano de Dios desde que Ballesteros se fue: fíjense que ahora sólo hablamos de eso por Tiger Woods y sus líos de faldas).

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No se engañen: en el país de la pandereta todo es fútbol, fútbol y más fútbol. Fútbol los sábados, los domingos y los lunes (liga), fútbol los martes y miércoles (copa de Europa), fútbol los jueves (Europa League) y hasta los viernes (segunda división). Es fútbol en el desayuno, a la hora de comer, en la cena y hasta de madrugada, (por no decir la sopa). Es fútbol en verano, otoño, invierno y primavera, y de nuevo verano, (no se olviden del mundial), y luego la pretemporada y los torneos veraniegos, y la supercopa, y la ultra copa y la megahipercopa, y el mundialito de clubes y….

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Y cuantos más partidos y más torneos innecesarios, más titulares, más rotativos, más manolos casposos entrevistando a magnates de la construcción, más programas interrumpidos en cualquier medio y a cualquier hora por los ciento y un mil partidos del siglo que hay cada semana, sin descanso, y así hasta el infinito y más allá porque lo único que importa es vender camisetas, entradas, periódicos, contratos publicitarios y cromos hasta que los casi cinco millones de parados de este país acaben con la lengua fuera y la billetera vacía, pidiendo una tregua de, al menos, un día sin el fútbol de las pelotas dando el coñazo.





P.d: Me perdonen el desahogo. No podía más.

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