A finales del siglo XIX, una serie de relatos conocidos popularmente como los penny dreadful obtuvieron un éxito notable en Reino Unido. Se trataba de narraciones pobladas de toda clase de criaturas fantásticas, como las que jalonaban las novelas más famosas de la época y que, posteriormente, darían lugar al género del terror tal y como lo conocemos en la actualidad: vampiros, hombres lobo, demonios, espíritus del antiguo Egipto... Editados en un papel pobre y vendidos a un penique en las calles (de ahí el nombre, una mezcla del concepto de barato y de lo terrible y macabro de aquellas historias) terminaron por desaparecer y, con el tiempo, reaparecieron en otra forma de arte, el cine, constituyéndose como el género B por excelencia.
Tomando como base este legado, Showtime y John Logan (un guionista habitual de Martin Scorsese) se pusieron hace dos años manos a la obra para crear una miniserie que recogiera buena parte de ese elenco de fantásticas bestias de la noche. Lo primero que Logan demandó fue un reparto de garantías, ya que una historia de estas características no se podría sostener con caras desconocidas. Así, fueron incorporándose al casting Timothy Dalton (que encarna a un aventurero rico y poderoso enfrascado en una personal vendetta), Eva Green (dama exótica donde las haya, aquí haciendo de las suyas como una posesa en toda regla) y Josh Hartnett (que hace de rudo pistolero yanqui). El resto de actores estaría encarnado por caras menos conocidas pero solventes, como Reeve Carney como Dorian Grey o Harry Treadaway como el doctor Frankenstein, y Logan logró, además, la participación de directores de renombre como J. Bayona, experto en estas lides tras su paso por El orfanato (2007).
A este elenco se unió un equipo técnico que buscó por todos los medios trasladar al espectador a un universo que combinara el sabor del terror decimonónico con ciertos toques de imaginería visual, ya fuera por unos efectos especiales cuidadosamente aplicados, un maquillaje a prueba de bombas y un vestuario y un apartado de diseño capaz de sumergir a cualquiera en las páginas de Bram Stoker o Mary Shelley.
La trama de la primera temporada gira en torno al rescate de la hija de Sir Malcom Murray (Dalton), en manos de una peligrosa secta de vampiros. De la mano del personaje de Harnett nos vamos introduciendo poco a poco en los misterios de una trama donde queda muy claro desde el principio el total protagonismo de Vanessa Ives (Green), personaje sobre el que gravita la mayor parte de las tramas dramáticas y amorosas, dejando la acción pura y dura a Murray y al pistolero Ethan Chandler (Hartnett). El comienzo de la serie es demoledor, con unos primeros episodios frenéticos y plagados de esos lugares comunes de la literatura de terror tan bien combinados y dosificados.
Mayor problema plantea el ecuador de la trama, conforme los personajes de Dorian Gray y Frankenstein van cobrando mayor peso. El primero de ellos resulta intrigante a pesar de lo poco que se revela de él, mientras que del segundo quizá se revele demasiado y se agote en exceso su trama de cara a la ya confirmada segunda temporada. Todo se soluciona, en cualquier caso, en cuanto la señorita Ives entra en escena, ya sea para ese memorable capítulo en forma de flash back que relata los orígenes de su personaje, o ese otro centrado en su exorcismo que se convierte, sin mayor problema, en lo mejor de una temporada plagada de detalles macabros, lúgubres y sombríos, y donde todo está puesto al servicio de mantener al espectador igual de sorprendido que aquellos viejos y olvidados relatos de hace ya demasiado tiempo.
Resulta curioso cómo, a pesar de la sobreexplotación a la que toda esta fauna de lo salvaje ha sido sometida por toda la maquinaria del cine, la literatura y la televisión a lo largo de más de cien años, consigue mantener nuestro interés. Penny Dreadful aporta algunas teorías bastante interesante acerca de la existencia de demonios internos que solo a través de dichas manifestaciones ficticias nos atrevemos a mirar de frente, sin terminar nunca de identificarlos con nuestras propias pesadillas. Y es ahí, en esos maravillosos diálogos que pueblan sus escenas, mucho más que en las secuencias de acción o supuestamente terroríficas, donde la serie se eleva muy por encima de la media. Son sus fabulosos actores, y no lo monstruos, los verdaderos "robaplanos", con un elenco en estado de gracia donde Green y Dalton brillan con luz propia, demostrando por qué son dos auténticos colosos de la interpretación. El despliegue de medios físicos, psicológicos y de matices que hace Green me ha dejado asombrado, y eso que ya la tenía entre mis favoritas de su generación.
Pero es que, además de todo eso, Penny Dreadful es una serie valiente, atrevida, atípica y osada. Llega a lugares donde muy pocas osan, no tanto por exceso de conservadurismo como de falta de talento, simple y llanamente. Todo el equipo que rodea esta producción, con Logan al frente de la nave, ha logrado una auténtica rareza televisiva que se ha ganado por derecho propio una continuidad que, esperemos, sepan aprovechar igual de bien que en esta primera tentativa de ganarse al público. A pesar de sus fallos menores y algún que otro bajón de intensidad a lo largo de sus capítulos, Penny Dreadful es, con diferencia, una de las mejores series de 2014.
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