jueves, 19 de agosto de 2010

Cinefórum 14: Origen



En un hipotético futuro cercano, Dom Cobb es capaz de hacer algo que nadie podría imaginar: puede introducirse en los sueños de los demás para acceder a todo tipo de información. En sus manos, el resto de la humanidad es un manso rebaño de ovejas esperando a que el señor Cobb acceda al más recóndito de sus secretos, aquello que en la vida diaria nadie se atrevería a confesar. Y después del robo, esas ovejas despertarán como si nada hubiera sucedido, ya sea en sus camas o en algún vagón de tren en el que viajaban antes de caer en un profundo sueño. Sin embargo, todo esto cambia cuando, tras un fallido robo a un empresario, éste les revela que en realidad estaba poniendo a prueba al equipo de Cobb para rizar el rizo y hacer el más difícil todavía: implantar una idea nueva en la mente de otra persona.


Con esta prometedora premisa de partida, se presenta una de las películas más inesperadas, sorprendentes y (por suerte) buenas de lo que llevamos de año. Es posible que la euforia que ha recibido el filme desde su estreno, hace ahora aproximadamente un mes, sea desmedida, exagerada o inmerecida. Es posible que no se trate de ninguna obra maestra, que el puzzle de universos paralelos y la imaginería postmoderna de ciudades y hombres siniestros con corbata la tengamos ya algo vista desde los tiempos de Matrix, Nivel 13 o Dark City, e incluso de otras menos conocidas como la infravalorada Más allá de los sueños.


Pero también es cierto que la película arriesga, y mucho, al tratar el tema de la realidad, los sueños y la confusión de sus límites. Arriesga, y mucho, con una estructura de prólogo, interludio explicativo y clímax de (atención) más de hora y media de duración. Arriesga, por último, con un reparto donde sólo destaca como valor seguro en taquilla un sólido Leonardo Dicaprio, resucitado ya definitivamente de su infierno post-titánico que tanto estragó a todos. Sería injusto, por otra parte, no reconocer el mérito de un elenco bien acoplado, con Marion Cotillard haciendo un papel durísimo y los solventes Ken Watanabe y Michael Caine arropando a un reparto joven donde destaca Joseph Gordon Levit como mano derecha de Dicaprio.


A pesar de todos estos riesgos, la jugada le ha salido redonda a Christopher Nolan. Aupado a la cima de Hollywood tras el exitazo de El Caballero Oscuro, es evidente que ha empleado con sabiduría y oficio el cheque en blanco que recibió para realizar su viejo sueño de juventud, Inception (imposible de traducirla al español, aunque vendría a significar algo así como "inicio"). La película es, a pesar de su complejidad, entretenida hasta decir basta. No da un respiro en sus más de dos horas de duración (uno sale exhausto del cine, y no solo porque la excelente partitura de Hans Zimmer suene a todo trapo), y a pesar de que necesita en numerosas ocasiones recurrir a la temida explicación de lo que está ocurriendo (de lo contrario el público se perdería), sale airosa gracias a la sabia decisión de incorporar una poderosa trama emocional y una fuerte carga de intriga a una historia más proclive, en principio, a los tiros y las explosiones.


La historia de amor entre Dicaprio y Cotillard se convierte en el hilo conductor, en el bálsamo que permite a las neuronas del espectador descansar de tanto sueño dentro de otro sueño, y proporciona los momentos más destacados de la cinta (como la escena de los niveles del ascensor de la memoria, las intensas miradas de ella y sus apariciones, capaces de ponerle los pelos de punta a cualquiera).


A eso se suma un inteligente uso de efectos visuales, que han reducido al mínimo para que no copen excesivo protagonismo y estén siempre puestos al servicio de la historia (aun así la escena de París es magnífica, como la pelea sin gravedad o el limbo de los sueños, todo un despliegue de poderío), una fotografía soberbia y un montaje que refuerza los elementos más destacados del guión. Inception es una película absorbente y evocadora, intensa y con una dosificación acertada de la información necesaria para seguir la trama.


Puestos a poner peros, me temo que las historias sobre culpa y redención, limbos, valles de lágrimas y paraísos ya las tenemos algo oídas desde el Antiguo Testamento, pero el oficio de los guionistas hace que la historia sea solvente como para llegar a disimular esas aristas (no tanto para disimular sus deudas cinematográficas, quizá tan importantes como la anterior). Eso, y el amago final con el terrorífico “y todo fue un sueño”, es lo único que me incomodó de una película, en definitiva, altamente recomendable para soportar los rigores estivales.


1 comentario:

Yékov dijo...

Vaya vaya, estoy totalmente de acuerdo con el artículo, de hecho yo también creo que el final es un amago para engañar al público pero que en realidad es eso, la realidad, porque la gente me decía que no, que era un sueño todo xD

Pues lo dicho, genial desde el principio hasta el final.

¡Nos vemos por Suecia!