.En estos tiempos de bipartidismos electorales y otros menos importantes, los futboleros, me llegan las pésimas noticias de que el único equipo que se ha acercado a ser el de mis amores, mi Depor, ha descendido matemáticamente a la segunda división.
Digo lo de los tiempos bipartidistas porque, allá por principios de los años 90, la liga española se la repartían, como ahora, el Madrid y el Barça. La irrupción del Deportivo de la Coruña en aquella situación lo cambió todo, y contribuyó decisivamente a que la liga española ganara un prestigio que goza aún hoy (e inmerecidamente, cabe añadir), porque gracias a equipos como él nació la llamada “clase media”, equipos de no tan gran presupuesto pero muy equilibrados, competitivos y con muchísimas posibilidades no ya sólo de complicar la vida a los gloriosos, sino de arrebatarle muchos y buenos títulos (el Valencia, el Sevilla, a veces hasta el Atlético...)
Aquel Deportivo de los primeros noventa tenía una plantilla corta, pero llena de talento, con Liaño en portería, Nando en el lateral izquierdo, Voro, Paco y Djukic en la defensa y un centro del campo ocupado por Mauro Silva, Donato, Fran y Manjarín, con Claudio y el genial Bebeto en la delantera. Fue subcampeón de liga dos veces, a punto estuvo de ganar una de no ser por el celebérrimo penalti de Djukic ante el Valencia y finalmente logró alzarse con una Copa del Rey, dos Zamoras y una Supercopa, todo ello conducido por el entrañable Arsenio Iglesias.
Aquel equipo se recicló en un segundo “superdepor”, que sería, de la mano de Javo Irureta, aún más fructífero en títulos: una liga, una copa del rey, dos supercopas, dos subcampeonatos y, sobre todo, unas estupendas temporadas en Europa que lo llevaron en
Y ahí seguía Fran, bien escoltado por Valerón, Tristán, el holandés Mackaay, y otros jugadores tan fantásticos como Djalminha, Naybet, Víctor, Sergio, Pandiani o Molina. Fue precisamente con su retirada, la del canterano Fran, cuando el Depor perdió brillo y esplendor. Los grandes jugadores ya no llegaban, sino que más bien se retiraban o fichaban por otros equipos. Las penurias económicas, la mala planificación y un entrenador, Lotina, que no ha terminado de convencer a casi nadie, han sido causas determinantes en que un equipo plagado de anónimas mediocridades consume un descenso que no hace honor, ni de lejos, a la trayectoria de un equipo que, durante unos años, se convirtió en el más simpático, en el ojo derecho de todo aquel que, como yo cuando contaba con apenas diez o doce años, no tenía aún ni idea de lo que era el fútbol, y que aprendió a amarlo viendo a aquellos jugadores humildes y bien avenidos pero sobre todo a Fran y a sus estupendas cabalgadas por la banda izquierda, a sus pases imposibles y a sus goles, (vaya goles), a ese carisma y a esa entrega que tanto he admirado y tratado en vano de lograr cuando jugaba.
Gracias Depor, en cualquier caso, por estos 20 años de recuerdos, de partidazos y de alegrías y a ver si vuelves pronto con ganas de reeditar tus, por desgracia, ya viejas glorias.
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