domingo, 21 de abril de 2013

Yo no tuve infancia (parte II: películas)


Imagino que, como le ocurre a tantas otras personas de mi generación, mi cosmovisión se ha ido conformando poco a poco, pieza a pieza de un puzzle que parece no tener fin, gracias a estas y otras influencias que llegaban desde los rincones más insospechados, desde libros de cualquier clase y condición, pasando por conversaciones con determinadas personas y, quizá en menor medida, series de televisión, videojuegos y películas.

La narrativa de las películas me ha parecido siempre fascinante, por su obligación inherente de condensar en poco más de dos horas una historia completa (al margen de que luego tenga o no segundas partes, como veremos). En la época en la que comencé a devorar este tipo de cultura popular destinada a la edad que por entonces tenía, me encantaba la sensación de asombro permanente en que vivía instalado. Los finales de los 70, los 80 y los primerísimos 90 fueron una época en general de grandes historias, de un gran interés por el público infantil y juvenil, que dejó algunas joyas para el recuerdo y en ocasiones incluso grandísimas películas, muy por encima de la media y desde luego muy superiores a todo lo que se hace hoy en día en este ámbito.

La premisa básica de muchas de estas cintas era la de entretener, tirando de recursos a veces efectistas, como los efectos especiales o los rostros conocidos, pero por encima de todo gracias a tramas que enganchaban al público desde la primera a la última escena. Para mí el mito de las palomitas nació en el televisor de mi casa, mucho antes que en la pantalla de cine. Y si con muchas series de las que ya se habló anteriormente pasé horas y horas, qué decir de estas películas, que prácticamente podría recitarles de memoria ahora mismo. Como aclaración previa, debo decir que he tratado de ordenarlas siguiendo una especie de orden cronológico de visionado, más como las recuerdo haber visto y no tanto por sus fechas de estreno respectivas salvo en la última de ellas, por su especial significado.


1.- La historia interminable

Como no podía ser de otra manera, mi libro favorito de la infancia con diferencia es también una de mis películas preferidas. Y mira que podía haber salido mal. El libro de Michael Ende es largo, complejo y profundo, y no era sencillo determinar qué parte podía ser más adecuada para su traslación a la gran pantalla. Creo que Wolfgang Petersen acertó de pleno al decidir que la película debía cubrir solo la primera parte del libro, mientras Bastian permanece fuera de Fantasía. Es la parte donde la aventura recae en Atreyu, el mejor personaje de todos con diferencia, donde se descubren los secretos más interesantes y donde se condensa toda la esencia fantástica del libro. La película es, además, un acierto absoluto en el diseño de personajes, un festival de efectos visuales tradicionales y novedosos donde brilla con luz propia la banda sonora de Klaus Doldinger y Giorgio Moroder. Todas y cada una de las escenas que en el libro eran magníficas adquieren una escala épica y aún más entrañable. La escena del Oráculo del Sur, con esas esfinges que destruían a todo caballero que osaba cruzarse con su mirada, me ha parecido siempre una de las escenas cumbre del cine infantil, y aún recuerdo cómo contenía la respiración al acercarse Atreyu a ese reto, aunque sabía de sobra que finalmente saldría ileso (porque me la ha había visto ya más de cien veces, entre otras cosas). La aparición de Morla, el magnífico diálogo con el huargo Morg o esa escena en la que Ártax sucumbe en el pantano de la tristeza, con la que miles de niños de todo el mundo hicimos muy rica a la empresa Kleenex, son algunos momentos míticos para cualquier espectador de entonces. Pero la fuerza de esta historia sigue residiendo, como ya ocurría en el libro, en esa frontera magnífica entre la realidad y la ficción con la que juega la trama, y que la película resuelve de forma magnífica en la escena del espejo en la nieve. Inolvidable.

2.- El vuelo del navegante

Puede que junto con la anterior película, esta obra de Randal Kleiser sea la responsable de que aprendiera a amar el arte de contar historias a través de imágenes. Así de sencillo. Las aventuras de David, un niño de 12 años que viaja al futuro y, posteriormente, cabalga a lomos del viento en una nave extraterrestre comandada por el robot más simpático del mundo, fue para mí el descubrimiento de los efectos digitales por ordenador (en sus primerísimos pasos), con aquella nave que vista hoy día parece una mandarina plateada pero que en su momento era demoledora. Desde lo acertado de su ritmo narrativo a su aire misterioso y su fantástico diseño pasando por una gran banda sonora de Alan Silvestri, enteramente compuesta con un sintetizador, todo en El vuelo del navegante está hecho para que los niños dejen volar su imaginación y disfruten a más no poder. El momento en el que David toma el control de la nave al ritmo de los Beach Boys o cuando recorre las instalaciones de la NASA hasta dar con el hangar oculto se me ha quedado grabado casi tanto como unos diálogos que combinaban humor con algún que otro toque de intriga. Ciertos valores tópicos acerca de la familia quedan en un segundo plano ante una historia que, por encima de todo, habla de la amistad y lealtad en estado puro, una impronta que se me quedó tan grabada como esas fabulosas imágenes de la nave del robot Max surcando los cielos. Recientemente se ha anunciado que Disney trabaja en una nueva versión de la película, que espero que no se llegue a producir. Algunas cosas, y en especial todo lo relacionado con la nostalgia, es mejor dejarlas estar donde les corresponde.


3.- Superman

Ahora que estamos a vueltas con la dichosa (y enésima) revisión del mito del hombre de acero, que tiene planeado estrenarse este verano, es de justicia reclamar el lugar que ocupa la primera parte de una franquicia que posteriormente echaría por tierra prácticamente todas las virtudes de esta entrega inicial, y que la televisión de los 80 repetía hasta la saciedad con cientos de reposiciones:  una revisión fiel del cómic, plagada de estrellas y con un actor principal que, para mí, es el definitivo y al que todos tratan sin éxito de parecerse. Su sentido del humor, la acertada dirección de Richard Donner y la sabia combinación de elementos con un buen gusto en el diseño de producción hacen de este filme el primer y quizá, mejor, cine de superhéroes de todos los tiempos. Marlon Brando como Jor-El y Gene Hackman como Lex Luthor estaban perfectos, y Margot Kidder como Lois Lane es todo un icono de humor y buen hacer, completando un reparto perfecto para una película redonda que para entonces contaba con unos efectos visuales que, en efecto, hacían parecer posible lo imposible. Superman fue un éxito absoluto, y ni sus epígonos ni el infame género que alimentaría después gente como Tim Burton o Joel Schumacher, por mencionar solo dos ilustres, lograría nada parecido a Superman hasta que, casi treinta años después, apareciera un tal Bryan Singer con su Patrulla X para restaurar un poco de dignidad al género. Gente como Christopher Nolan han bebido sabiamente de las fuentes de Donner para su recreación del hombre murciélago, y quizá no por casualidad DC le ha pedido que se ocupe de supervisar, en labores de productor, ese El hombre de acero que en agosto de 2013 nos traerá Zack Snyder (300). Veremos.


4.- Dentro del laberinto

Puede que esta no sea una de las mejores películas de la historia, que David Bowie esté pasadísimo de vueltas desde la primera a la última escena y que la trama sea sencilla y previsible. Da igual: Dentro del laberinto se ha convertido, con el tiempo, en una de las películas que mejor recuerdo me ha dejado, y Magic Dance es una canción que permanecerá siempre en mi recuerdo. La historia de una jovencísima Jennifer Connelly que debe internarse en el reino de los goblins para rescatar a su hermano pequeño de las garras del andrógino rey Jareth, interpretado por Bowie, me ha parecido siempre un ejemplo de cómo contar una historia sencilla de una manera tremendamente eficaz. El diseño de criaturas de Jim Henson, que también se atrevió con la silla de director para la ocasión, es magistral, con ese impagable Sir Didymus a la cabeza (un perro montado en otro perro cual caballero sobre su corcel: genial), así como unos escenarios de ensueño (tanto del laberinto en sí como de esa obra de arte onomástica llamada Pantano del hedor eterno). Es una película más profunda de lo que puede parecer, con una crítica despiadada al consumismo que creo que en su momento no debió pillar ni un solo niño. Los ecos de El mago de Oz o Alicia en el País de las Maravillas son evidentes, pero bien traídos y mezclados en esta hábil combinación de aventuras y fantasía que ha ido adquiriendo, con el tiempo, categoría de culto.

5.- Los cazafantasmas

Esta película tiene tantísimas virtudes y momentos para la historia que no sé por cuál comenzar: la magnífica idea de partida, sus achacosos efectos especiales, la variedad e ingenio de los fantasmas, Bill Murray y todo lo que aporta a la historia, Sigourney Weaver haciendo de diosa del mal, el gigante que parecía el clon maligno de la mascota de Michelín, el impresionante Ecto 1, las propias armas de los cazadores de fantasmas con aquel diseño tan absolutamente demencial, su tema principal...  Todos los elementos se conjuraron para hacer de esta historia de cuatro tarados con armas de destrucción masiva y unos efectos especiales que han envejecido horriblemente mal un clásico imperecedero, uno que incluso tiene una secuela decente a la altura del original y del que todavía se sigue rumoreando para la cada vez más improbable tercera entrega. Es una película anárquica y entretenidísima, con unos diálogos fenomenales y situaciones realmente sorprendentes. Harold Ramis dio el campanazo con esta cinta, que se convirtió en uno de los éxitos más notables de la década y generó toda una iconografía mítica. Pero lo mejor de todo, y perdón por la insistencia, es ese Bill Murray que por entonces sabía hacer reír, y mucho, que le saca todo el partido a un personaje hecho a su medida con esa mezcla de socarronería y pinta de no creer demasiado en aquel proyecto (como así era, de hecho). El momento en que es seducido por la diosa del mal o la cantidad de frases históricas que acumula en esta película deberían bastar para encumbrar a este señor, no ya como el alma de la película, sino como uno de los mejores comediantes de su tiempo. Todo un genio para una más que digna lámpara maravillosa.

6.- Regreso al futuro

Cada película que hago me emociona aún más que la anterior. ¡Michael J. Fox con aquel extraño chaleco que parece un salvavidas en su Delorean del futuro! ¿Se puede pedir algo más? Esta película es un inmenso, gigantesco monumento al movimiento friki, plagado de guiños, homenajes y situaciones delirantes que se han tratado de revivir sin éxito en el mundo del cine durante décadas (entre otras, por sus pobres e innecesarias secuelas). La historia de Marty McFly y el doctor Emmet Brown y sus viajes en el tiempo es una de las historias más originales, imaginativas y bien resueltas del cine de los 80. Todo en esta película encaja de forma impecable, todos los detalles de un guión que Robert Zemeckis, su director, cuidó al máximo y que hasta 1985 nadie quería comprarle porque consideraban la historia demasiado compleja para el público juvenil. La imagen del Delorean rompiendo las barreras físicas y dejando esa estela de fuego a su paso es ya un icono de la historia del cine, como lo es la escena en la que el protagonista ve desaparecer su mano mientras su propio futuro se tambalea ante los hechos de un pasado fenomenalmente reconstruido. La torre del ayuntamiento de Hill Valley, su plaza principal o su baile de graduación nos pertenecen a todos por derecho propio, así como frases del tipo "¿Carreteras? Adonde vamos no necesitamos carretas" o "¿Ronald Reagan, presidente? ¿Y quién es el vicepresidente, Jerry Lewis?", que han quedado grabadas a fuego en nuestro imaginario colectivo con total justicia. Muchos directores deberían aprender de cintas como esta, todo un ejemplo de diversión sin pretensiones.

7.- El imperio contraataca

Aunque ya le dedicaré una entrada en exclusiva a esta obra maestra, debo decir que de todas las películas de la infancia, esta es con diferencia la que más me marcó, la que más veces vi y con más emoción. Nunca he sido muy fan de la primera parte de esta saga, a la que considero bastante pobre en muchos sentidos, y que siempre he considerado descolgada a nivel narrativo de sus dos secuelas, que sencillamente adoro. El imperio contraataca es una película oscura y a ratos deprimente, con escenarios opresivos y nada luminosos donde deambulan personajes en busca de un destino que se anuncia aciago y terrorífico a cada paso. Sin embargo, la película encuentra un extraño equilibrio donde hay un resquicio para la esperanza en el camino de Luke Skywalker, el héroe que todos hemos querido ser alguna vez, un héroe frágil, vulnerable e introspectivo que nada tenía que ver con la testosterona a lo Rambo que se estilaba en los 80. Las aventuras de Han, Luke y Leia amplían sus horizontes y su carga épica con la memorable batalla de la nieve de Hoth, al tiempo que une a la galería de personajes figuras tan absolutamente míticas como el maestro Yoda y sus impagables lecciones morales, el escurridizo Boba Fett o el enorme Darth Vader. Y sí, digo Vader porque en realidad es en esta película, al son de esa Marcha imperial que es la cumbre musical de toda la saga, donde la figura del Hitler de la ficción adquiere toda su maligna grandeza, en esas escenas en las que estrangula oficiales como el que come pipas o cuando pasea por su destructor espacial ante la aterrorizada mirada de todos los que le rodean. Aquí, mucho más que en la primera parte, la figura de Vader se corona como el alma de toda la franquicia con esa frase histórica acerca de ciertos vínculos sanguíneos que dejó a todo el mundo con la mandíbula desencajada. No hay duelo de espadas tan intenso a nivel psicológico como este, ni persecuciones tan frenéticas como la del campo de asteroides, ni un romance tan bien desarrollado en toda la saga como el de Han y Leia en esta cinta. Qué diálogos tiene esta maravilla de película, por favor, qué escenas, qué música, qué diseño y qué efectos... es perfecta.

8.- El retorno del Jedi

Muchas veces me ha dado pena no haber podido disfrutar de esta película en el cine, en todo su esplendor visual, aunque que de haber sido así habría tenido que esperar la friolera de tres años para saber qué "carallo" le pasó a Han Solo durante todo el tiempo que transcurre entre la segunda y la tercera parte. Afortunadamente, la televisión de finales de los 80 solía emitir ambas películas en días consecutivos, de modo que al día siguiente de dejar a mis héroes favoritos a la deriva en su flota estelar, hechos polvo tras la paliza imperial, ya estaba con mi bol de palomitas surcando de nuevo las dunas de Tatooine hacia la morada de Jabba el Hutt. Puede que El retorno del jedi no sea tan redonda como su predecesora, algo de todos modos imposible, y que la necesidad de cerrar tramas le lleve a situaciones algo forzadas, como esa derrota imperial a manos de los peluches aquellos tan insoportables que, con palos y piedras, destruyen al ejército más poderoso de la galaxia (solo de pensar que en el guión original era un ejército de Wookies, y no de Ewoks, los que habitaban Endor, se me saltan las lágrimas de la emoción). Da igual. Solo por ver a Luke de nuevo en acción, esta vez ya sin dudas ni debilidades que valgan, y escenas como la de las motojets del bosque o esa fenomenal, impresionante batalla de naves espaciales finales, con la risa del maléfico emperador de fondo ante el brillo de los sables láser, ya merece la pena darle una nueva oportunidad (y las que hagan falta) a esta cinta que completa a la anterior como el reverso luminoso de una moneda inmortal. Es el broche de oro a la trilogía más importante de la historia del cine, con permiso de algún que otro mafioso italiano. Una joya del cine de aventuras.

9.- Indiana Jones y la última cruzada 

Decir "cine de aventuras" y que a uno se le venga a la mente la imagen del arqueólogo encarnado por Harrison Ford en los 80 es todo uno. Su trilogía es un monumento a la diversión sin límites, a situaciones vertiginosas, excitantes y capaces de transportar nuestra imaginación a mundos mejores. Y si la primera de todas es posiblemente la mejor, la más impactante a nivel visual y la que tiene mayores aciertos y escenas para el recuerdo (el saqueo del templo que sirve como prólogo, la cámara de las serpientes, toda la idea que gira en torno al Arca de la alianza), y la segunda tiene escenas imborrables y momentos muy por encima de la idea que se tiene de ella (el banquete de los horrores, las vagonetas, los temible sacrificios de las piedras mágicas, la escena del puente colgante...) me veo en la obligación de quedarme con la tercera parte por varios motivos. En primer lugar, porque su prólogo es tan bueno o como el de la primera película, atando tantos cabos al mismo tiempo que hoy día parece impensable, o por un tramo final que sí es netamente superior al de la primera entrega, con las excelentes pruebas del templario para alcanzar el santo grial; en segundo lugar, por Sean Connery, un complemento de lujo a una historia sencillamente magistral que recupera elementos que se perdieron, por desgracia, en la segunda parte; y sobre todo, por la escena del tanque, una persecución con final climático que se ha convertido en una lección soberbia de cómo hacer cine de acción y aventuras de primerísima calidad. Que todo este excelso legado se haya pulverizado con una simple y puñetera nevera nuclear en la cuarta entrega me parece uno de los crímenes más lamentables de la historia del cine comercial, algo por lo que sus responsables deberían dar más de una explicación y borrarla sin más de los mapas de la historia. En cualquier caso, para mí esto del látigo y el sombrero será siempre una trilogía, y la tercera entrega su cima en términos de diversión y calidad.

10.- Parque Jurásico

Dejo para el final la que considero última película de mi infancia, la primera a su vez que pude disfrutar en un buen cine y en toda su gloria, y que permanece en mi recuerdo como una de las experiencias más fabulosas, excitantes y duraderas que he vivido jamás en una sala de cine. La impresión de asombro, de verdadero estupor, que se me quedó al ver al Braquiosaurio devorando palmeras kilométricas o al Tiranosaurio Rex rugiendo ante la tempestad de la noche en plena jungla es algo que recordaré siempre como uno de los momentos más mágicos del séptimo arte desfilando ante mis ojos. Pero es que, además de eso, Parque Jurásico ofrece un guión solvente y unos actores en su sitio, conscientes de su papel secundario ante las verdaderas estrellas de una cinta, los dinosaurios, que se comen literalmente la pantalla con su mezcla de realismo digital e ingenio animatrónico, según la secuencia. La música de John Williams pone la guinda a un pastel donde las carreras y las persecuciones toman el relevo de la perplejidad en un desenlace emocionante y épico, con esa escena de la cocina y del centro de visitantes como magnífico clímax final. Parque Jurásico, al margen de unos innegables méritos visuales que dieron pistoletazo de salida a la era de los efectos por ordenador, contiene secuencias de auténtica musculatura audiovisual, de Spielberg en estado puro. Jamás unas criaturas parecieron y sonaron tan reales, y todo lo que sucedió a partir de entonces (soporíferas secuelas incluidas) nos ha parecido una copia, en mayor o menor medida, de los logros de esta joya del cine de aventuras, que pertenece a esa rara elite de clásicos que pueden presumir de haber marcado un antes y un después en la historia del cine. En mi caso, además, esta película tiene un valor doblemente especial, ya que supuso el final de mi niñez y me invitó a visitar otros territorios en el cine más maduros, aunque no siempre mejores. Sin embargo, y francamente, no me podía haber despedido de esa etapa de una forma mejor o más espectacular que con el rugido de todo un Tiranosaurio.


P.d: Me he dejado, entre otros muchos clásicos, Loca academia de policía, Los gremlins, Kárate Kid, El chip prodigioso, Poltergeist o La maldición de las brujas. Hablar de todas era imposible, por lo que he tratado de incluir en la lista las que considero mejores y más representativas, las que más vi en su momento, en definitiva. En cualquier caso y como siempre, se aceptan sugerencias.

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