jueves, 30 de abril de 2015

Cinefórum (44): The Imitation Game



Toda guerra tiene sus héroes, y si películas como Salvar al soldad Ryan (1998) nos mostraba el lado más físico de la Segunda Guerra Mundial, The Imitation Game hace lo propio con los héroes del servicio de inteligencia británico, que con sus laboratorios por trincheras lograron descifrar la máquina de codificación de mensajería más compleja creada hasta entonces por el ser humano. Y a diferencia de anteriores versiones cinematográficas, como la olvidable Enigma (2001), la cinta de Morten Tyldum se mantiene mucho más fiel a los hechos históricos, colocando a Alan Turing como el protagonista absoluto de una historia que gravita en torno a su compleja personalidad, sus dificultades para relacionarse socialmente, su arrogancia intelectual y, por supuesto, su genialidad.

La cinta está protagonizada de principio a fin por un inconmensurable Benedict Cumberbatch, que ya no necesita carta de presentación después de haber hecho auténticas virguerías interpretativas con su particular versión de Sherlock Holmes y haber protagonizado una veintena de películas en los últimos cinco años, en manos de los directores más importantes del panorama internacional. Estamos ante un auténtico todo terreno, capaz de meterse en la piel de Julian Assange, del dragón Smaug, de Khan el terrible o de Alan Turing con idéntico gusto por el detalle y un talento arrollador.

En el caso que nos ocupa, el personaje de Turing está recreado de manera fervorosa, mostrando una cantidad de matices, contradicciones y una contención que, paradójicamente, no encuentra más réplica que la de su propia versión juvenil, interpretada por un impresionante Alex Lawther. Y eso que el resto del reparto es de campanillas, con Mathew Goode, Keira Knightley, Mark Strong o el siempre magnífico Charles Dance en los papeles claves de una cinta algo irregular en su estructura pero que mantiene el interés en todo momento y dosifica bien la tensión, la emoción y el desarrollo de los sucesos históricos que representa. Teniendo en cuenta que toda la acción transcurre en las salas de los laboratorios del MI6 y el ejército británico, tiene bastante mérito poder transmitir dicha intensidad bélica tan lejos de las trincheras, pero así es, y es sin duda uno de los grandes aciertos de la película, junto con su conjuntado reparto.

Donde tengo más dudas es en una estructura narrativa que oscila, en ocasiones de manera algo caprichosa, entre las líneas de los años 20 (juventud de Turing), 40 (episodio de Enigma) y 50 (interrogatorio policial). Es evidente que el centro de atención está en la construcción de la máquina y que todo lo demás, tanto la infancia como la madurez del matemático, están puestos para completar dos episodios clave de su biografía alejados del central. Ahora bien, hay toda una subtrama relacionada con el trato que le dio la justicia a Turing, así como a decenas de miles de ciudadanos británicos desde 1885 hasta 1967, a los que hacía elegir entre la prisión o la castración química debido a su homosexualidad, por la que la película pasa literalmente de puntillas y se conforma con una mera addenda oculta entre las referencias rimbombantes a los años de guerra que evitó y los millones de vidas que salvó Turing gracias a su invento. Dado que el perdón real a título póstumo de 2013 y las reediciones de The Imitation Game, el libro del matemático que también da título a la cinta que nos ocupa, fueron la causa última de este homenaje, me parece que queda incompleto a todas luces ante la falta de ojo crítico en este episodio final.

Con un final abrupto, el poder y la garra que hasta entonces había mostrado la cinta se diluye más de lo que debería, haciendo que la cinta no pase de ser otro de esos biopic para mayor gloria del actor que encarna el perosnaje principal, pero que no logra alcanzar todo su potencial por la falta de valor de un director al que, me temo, este proyecto le venía grande. Qué lástima, porque posee muchas y buenas virtudes en tantos otros aspectos que, a pesar de todo, hace que siga siendo muy recomendable.


miércoles, 22 de abril de 2015

Romance de la noche y la luna



El oro se perfilaba en su nuca,
cadena de libertad sobre ébano,
geografía nocturna que en vano
rielaba Selene al alba caduca.

Su sonrisa era marfil en el tiempo
de las almas al calor del abrazo,
y volcanes sus ojos al regazo
de la mirada cómplice del viento.

La noche estrechó el cerco a la luna
y ambas se cortejaron sin rubor
hasta quedar fundidas, una a una

en un inmenso abrazo redentor
que a una libró, al fin, de ser ninguna,
y a otra mostró, al fin, qué era el amor.