martes, 23 de abril de 2013

El libro en la sociedad española actual


Siempre que se acerca esa extraña festividad llamada Día del libro y aparecen en prensa y radio esas estupendas recomendaciones de lectura para regalar, me viene una imagen mental del típico reportaje sobre cifras reales de lectura. Sí, es evidente que el mercado del libro en España mueve dinero (quizá menos cada año, pero en fin, algo mueve). Sin embargo, la pregunta para mí realmente importante no es cuántos libros se venden o circulan por el mercado, sino cuántos circulan por las manos de los lectores, es decir, cuántos libros se leen de verdad.

Lo cierto es que cualquier escrutinio resulta de lo más desolador, ya sea por exceso de alegrías porcentuales o por defecto de forma, que para el caso es lo mismo. La federación de gremios de editores de España encarga todos los años un informe sobre hábitos de lectura que, esta vez, fue publicado en enero de 2013 (consultar aquí), donde se dan datos bastante surrealistas. Destaca la presencia de una masa lectora superior al 91% en menores de 14 años y del 97% entre 14 y 24 años, en prácticamente todos los soportes impresos o digitales. La cifra es algo engañosa, porque un análisis más detallado revela que, descontando prensa deportiva y revistas diversas, solo un 60% reconoce leer libros. Si se tiene en cuenta que esta es una edad escolar donde la lectura es obligatoria, a mí desde luego me entra más de un escalofrío. Por mi profesión y mi labor de bibliotecario dentro de dicha labor en todos los centros en los que he trabajado, tengo bien claro que un porcentaje muy elevado de alumnos de esas edades solo saca libros de la biblioteca por imposición lectora, no por gusto. Y de dicho porcentaje, poco más de la mitad lee realmente dichos libros, de modo que a mí un 60% me parece incluso una cifra optimista, aunque la daré por válida.

El informe resulta bastante poco creíble desde el momento en el que presenta una curva descendente casi nula por edades, que pasa del 91% de los menores de 14 años al 96% entre gente de 30/40 años para llegar, ya al final, a un 81% llegando a la cifra de los 65 años o más. ¿De verdad alguien se cree esto? ¿8 de cada 10 ancianos leen de forma diaria en este país, varias horas al día? ¿Casi 10 de cada 10 jóvenes de entre 15 y 25 años leen de manera habitual, entregando gustosamente sus "findes" a dicha tarea erudita? Si es así, ¿dónde están esos ancianos y jóvenes ávidos de lectura, en qué biblioteca vacía se esconden y por qué demonios no se refleja semejante alud de conocimiento en todas y cada una de las pruebas en las que quedamos en el puesto 27 de la Comunidad Europea en comprensión lectora?

Sinceramente, yo no doy ningún tipo de credibilidad a este informe. Me parece sacado del país de la piruleta, calle del chocolate, número pi. Pero fíjense que incluso con esos datos, a mi juicio bastante falseados, se revela que el porcentaje de libros leídos en España supera por muy poco el 50% de la población (el informe introduce todo tipo de lectura, incluyendo blogs, páginas webs y hasta prospectos de medicinas, supongo). Es decir, que en este país, 1,5 de cada 3 españoles no coge un libro ni para mejorar el desequilibrio de su sofá, y eso es un dato muy revelador, muy por debajo de la media europea (en torno al 70%). Ahí le duele.

En el diagrama de la derecha, publicado en El País, se muestran los porcentajes de lectura por comunidades Autónomas. Fíjense que en prácticamente todas se supera el 50% de lectura por poco, y que solo 4 comunidades superan el 60%. Según esto, casi la mitad de los españoles no lee en su tiempo libre, que imagino dedicará a menesteres mucho más provechosos.

Lo mejor viene al final, como ocurre siempre en el país de la caña y la pandereta. Y es que resulta que de todos nuestros ilustres e ibéricos lectores, que ya hemos dicho que son una barbaridad cósmica según el gremio de editores, casi el 70% se descarga libros digitales de manera fraudulenta. (Ahí sí que estamos muy por encima de la media europea, como es lógico y normal). Y no se crean que esos libros son el Ulises de Joyce, el Quijote o nada parecido, ni mucho menos. Se trata de novelas aún más históricas para la Literatura con mayúsculas como Cincuenta sombras de Grey, Los pilares de la Tierra, Crepúsculo, Millenium y Canción de hielo y fuego. Y ojo, que estamos hablando de una superioridad, en listas de venta y libros leídos, que se traduce en decenas de miles de ejemplares por encima de algo que se pueda considerar mínimamente decente en términos literarios y no sea un best-seller de moda en toda regla.

Aquí ya me imagino que vendrán los defensores de la libertad literaria a tirarme a los perros de la desvergüenza, y a llamarme de todo por hacer distinciones elitistas entre la gran literatura y los librillos hechos para vender descaradamente del tipo El código da Vinci. Bueno, es que yo creo que en efecto existen mundos muy diferentes en el ámbito del libro, y cualquiera de los títulos que he mencionado no son nada más que eso, entretenidos en el mejor de los casos. Yo mismo he hablado en este blog de varias novelas de George Martin, que leo con pasión, pero que jamás pondría entre mis libros de cabecera ni se me ocurriría, ni loco, volver a leer una vez que conozco el desenlace de sus magníficas tramas; unas tramas que, por otro lado, son a mi juicio el único valor de dichos libros. 

Sea como fuere, para mí el problema de este país es triple: en primer lugar, no hay hábito lector generalizado, como no lo hay por la vida cultural en general. Por otro lado, el libro se consume, en el mejor de los casos, como un producto más de la sociedad de consumo, es decir, como un valor físico con un precio en su correspondiente etiqueta que se regala por compromiso, y no como un valor cultural o de pensamiento que sirva para el intercambio de ideas o para el debate de cualquier clase. Y ya por último, la piratería, como no podía ser menos por estos lares, convierte el mercado del libro en otro más de esos solares expuestos a la miseria más absoluta y al descalabro financiero con las justificaciones peregrinas tan extendidas en estas tierras del tablao. Y sí, podremos regalarnos miles de libros estos días, e ir entusiasmados a la feria del libro dentro de unas semanas a presumir de culturetas gafapastas, pero no nos engañemos: aquí el que más y el que menos tiene los libros de adorno o como recolector de polvo, que es en teoría el último y más miserable de los usos de tan insigne objeto.


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